(1931) Ana Pepa tenía
trece años (toda una mujer): uno sesenta, pelo largo y rizado, un cuerpo
delgado, bien formado, sus ojos verdes, tenían un brillo especial, unos dientes
perfectos que hacían la boca aun más bonita, su piel seguía siendo morena. Como
su tío “Chocolate”, decía la chacha
Pepa. Algo que a Jerónima no le hacía la menor gracia, ya que la moda de esa
época era estar blanquita y rellenita, por eso, ir a la era y subir al trillo
con su padre, como hacían los demás chavales, era lo único que tenía prohibido,
(debía darle el sol lo menos posible). Cuando se arreglaba, su madre le ponía
polvos de talco en la cara, “así estaba más esclarecía”
Cinco de marzo de 1935. Ana Pepa cumplía diecisiete años. Había organizado una merienda para sus amigas, su madre preparó chocolate caliente, torrijas, y unos pestiños, toda la casa olía a canela y chocolate, la salita parecía un gran restaurante, en la mesa una mantelería de hilo, bordada con unas amapolas en rojo y verde, un juego de tazas de porcelana con unas cucharillas de plata y unas fuentes con los dulces, invitaban a sentarse a la mesa. Todo estaba perfecto, fueron llegando las invitadas, que muy afectuosamente felicitaban a la homenajeada. Entre todas le habían comprado un regalo, cuando lo abrió quedó encantada. Una linda polvera de nácar y plata, que después usarían todas.
Cinco de marzo de 1935. Ana Pepa cumplía diecisiete años. Había organizado una merienda para sus amigas, su madre preparó chocolate caliente, torrijas, y unos pestiños, toda la casa olía a canela y chocolate, la salita parecía un gran restaurante, en la mesa una mantelería de hilo, bordada con unas amapolas en rojo y verde, un juego de tazas de porcelana con unas cucharillas de plata y unas fuentes con los dulces, invitaban a sentarse a la mesa. Todo estaba perfecto, fueron llegando las invitadas, que muy afectuosamente felicitaban a la homenajeada. Entre todas le habían comprado un regalo, cuando lo abrió quedó encantada. Una linda polvera de nácar y plata, que después usarían todas.
- ¡Es
preciosa! ¡Nunca vi, nada tan bonito!
- ¡La
compramos entre todas! ¿de verdad te gusta?
- Pues
claro. Estos polvos son del color que a mi me gustaría tener la piel y la polvera es magnífica
- A
ti y a cualquiera ¡no te fastidias!
- Ana
échame a mí unos pocos
Paseaban por la carretera del pueblo, todas las amigas cogidas del brazo, Lucía que ya tenía novio, (Paquito “el de Juan Rafael”) caminaba unos metros por delante de ellas (Paquito era un buen partido decían sus madres)
Los muchachos paseaban en sentido contrario, miradas y tímidas sonrisas se intercambiaban, viéndose así quien era del agrado de quien. Paquito les había dicho que Cipriano, un joven del pueblo, bien parecido, iba a “pretender” a Paulina y esta se ponía en un extremo cuando paseaban juntas, para que se le “arrimara”, ya que era de su agrado, con este gesto le daba a entender que la podía acompañar. Ana Pepa soñaba con un gran amor, como el de las novelas que había leído, con un galán apuesto, donde se podía amar con locura y frenesí. No sabía que su historia no tendría nada que envidiar a ninguna novela. Paseaba cerca de ellas José Moreno Galán el joven más apuesto del pueblo y de la comarca ¡el más guapo del mundo! pensaba ella. Alto, fuerte, ojos negros, facciones perfectas, pelo negro, ¡con buen porte! Se paseaba muy cerca de ellas, parecía que le gustase alguna, “le gustará Enriqueta” decía Ana Pepa, (pensaba que era la más atractiva) -pero esta nunca se casaría-. José, se había fijado en Ana Pepa, la veía más graciosa, e inteligente que ninguna.
Un día que iba sola a casa de su tía, José al pasar cerca de ella la piropeo “¡ole las morenas guapas!” Ana se puso tan roja como una amapola, y quedó un tanto desconcertada ¿si le gustaba Enriqueta, como la piropeaba a ella? Pasó todo el día inquieta, nerviosa, ni en sueños hubiese imaginado aquello, el corazón le latía tan deprisa y tan fuerte que temía que su madre pudiera sentir sus latidos. Ese día surgió un contratiempo y no pudo salir a pasear (le dio una fuerte jaqueca, de las que sufría tan a menudo). Al día siguiente fue Paulina muy temprano a preguntarle como se encontraba, pero ni se acordó a que iba, ¡nena, nos preguntó por ti José! ¡Y a Enriqueta ni la miró! Paulina hablaba sin parar entusiasmada ¡que le gustas tú! Me lo a dicho Cipriano, que suerte hija, ¡guapísimo e iba elegantísimo! Ana Pepa estaba encantada de escuchar a su amiga que seguía relatando todo lo ocurrido.
Aquella misma tarde José la “pretendió”. Todas envidiaron a Ana Pepa ¡no se podía tener un novio más guapo! Pasearon tres meses, hablaban de cualquier tema, reían, y sobre todo se miraban y ¡se comían con los ojos!
Ese verano José “pidió la puerta” (permiso para hablarle a la novia en casa) Pedro dio su consentimiento, y los amigos del novio le “rompieron la teja”. Era costumbre hacer saber a todo el pueblo que la relación era formal y consentida por los padres, rompiendo unas tejas llenas de azulete en la fachada de la novia, poniendo la pared blanca llena de tinte azul. Al día siguiente había que limpiarla y todo el que pasaba quedaba enterado de la noticia, sólo con ver la fachada.
- ¿Ya se apuesto novia la nena?
- Pues ya ves Mariana, ley de vida
- ¡Si lo veo! El agua y el azulete llega hasta el barranco
- Cosas de muchachos, no nos vamos a enfadar
- Bueno, mi enhorabuena Ana Pepa
- Muchas gracias Mariana
El amor que sentían ambos se veía con sólo mirarlos. Ana Pepa que había tenido complejo, de ser de piel morena, ya no le daba importancia, José decía que algún día estar morena sería la moda. José siempre iba impecable a hablarle a su novia, sin una arruga en la ropa, las alpargatas blanquísimas, y el pelo perfectamente arreglado con brillantina. Alguno lo criticaba porque decía que parecía un señoríto.
18 -7 – 1936 La radio daba una noticia muy importante: la sublevación de un sector del Ejército contra el gobierno de la II República española.
“¡Hemos ganado las elecciones y ahora vienen con estas!” dijo José, enfadado, que estaba hablando con Ana Pepa cuando escuchó la noticia en casa de ésta. Pedro dijo no importarle demasiado quien mandase, pero esto iba a traer un gran conflicto, él era apolítico y no tenía edad de luchar contra nadie, pero así empezaban las guerras “¡No digas eso padre!” no seas así. Pronto pudo comprobarse que el plan conspirador, había fracasado y se convertiría en una guerra larga y cruel de tres años.
José y su hermano Lorenzo fueron llamados para ir al frente, entonces Ana Pepa comprendió que aquello era una guerra. La despedida fue entre besos y lágrimas, lo más doloroso que había vivido. Ese día empezó a conocer lo que era el sufrimiento, que la acompañaría en tantas ocasiones.
3º Capítulo
Ana Pepa recibía cartas que la tranquilizaban un poco, José no tenía que luchar ya que estaba en la oficina del capitán, era el ayudante de éste. Las mujeres del pueblo iban de vez en cuando a ver a sus maridos ya que en Villanueva de Córdoba, en la retaguardia no había peligro.
José le pidió que fuera ella también en una de sus cartas, donde le mandaba una fotografía vestido de uniforme, con una dedicatoria:
En prueba del cariño que te tiene tu nene
Pedro nunca le negó nada a su hija pero eso estaba fuera de sus principios ¡sola con él, cuando Dios os bendiga! Ana lloraba amargamente, estaba decidida a ir, aun pagando el precio de perder a su padre, que no aceptaría que volviera a casa después de ir. Se fue a verlo, se alojó en casa de una familia cordobesa, con la que José hizo gran amistad (en casa de Joaquina Marañón) allí pasaba largas temporadas, fue su segunda casa. En la vida le pesaría haber tomado aquella decisión. Un amor tan grande no se puede contar hay que vivirlo, le dijo a sus amigas Paulina a sus primas Lucía y Enriqueta, también a su tía Pepa que era más comprensiva y su confidente, con la que se fue a vivir, ya que en su casa no era bien recibida. Fue a ver a José siempre que se la situación lo permitía; a pesar de las circunstancias tan adversas eran inmensamente felices en sus encuentros.
Todo termino el 1 de abril de 1939 con la victoria de los rebeldes. El triunfo de éstos permitió la instauración de un régimen dictatorial encabezado por el general Francisco Franco, principal dirigente militar y político de los sublevados, que sustituyó al sistema parlamentario republicano.
Se calcula que durante la guerra civil murieron cuatrocientas mil personas a las que hay que añadir la escalofriante cifra de otros doscientos mil que fueron ejecutados de mil diversos modos por los vencedores después de su victoria, más los exiliados y los que fueron encarcelados. En realidad sólo terminaría el 20 de noviembre de 1975, cuando el gran culpable de todo este espanto fue enterrado con todos los honores inimaginables –incluso del llanto de muchos españoles- en el Valle de los Caídos.
Capítulo 4º
José regresó del frente un tanto desmejorado, no se encontraba bien por un golpe que había recibido en el pecho. Lorenzo, su hermano, no regresó. Esto y el cambio de moneda (el dinero que tenían los padres de José no valió) dejó a su familia destrozada. Juan, su padre (de la familia de los Guitillas) no era capaz de consolar a Dolores, su esposa, y hacerle comprender que tenía que luchar por los hijos que aun vivían: José, Miguel, Joaquina, y Julio.
José y Ana Pepa se casaron por la iglesia, “como Dios mandaba” y Pedro pudo aceptar la vuelta de su hija con su marido. La felicidad parecía alcanzada plenamente lo tenían todo, no podían pedir más. Después de tantos avatares la tranquilidad de ver a sus padres complacidos por la boda con la bendición de Dios hizo que su coraza no fuese necesaria, todo estaba en regla, pero la verdad es que para ellos estaba bien desde el mismo instante que se prometieron amor eterno en presencia de Dios un manto de estrellas y la luna por testigo. Lo problemático era un sinfín de papeles que al fin estaban dispuestos. Como podían sus padres dudar que su amor estuviera bajo la mirada y beneplácito del Todo Poderoso
José y Ana Pepa se casaron por la iglesia, “como Dios mandaba” y Pedro pudo aceptar la vuelta de su hija con su marido. La felicidad parecía alcanzada plenamente lo tenían todo, no podían pedir más. Después de tantos avatares la tranquilidad de ver a sus padres complacidos por la boda con la bendición de Dios hizo que su coraza no fuese necesaria, todo estaba en regla, pero la verdad es que para ellos estaba bien desde el mismo instante que se prometieron amor eterno en presencia de Dios un manto de estrellas y la luna por testigo. Lo problemático era un sinfín de papeles que al fin estaban dispuestos. Como podían sus padres dudar que su amor estuviera bajo la mirada y beneplácito del Todo Poderoso
Capítulo 5º
La posguerra sería muy dura, el pueblo pasó hambre, pero a ellos no les faltó, gracias a las tierras que Pedro tenía, en las que podían sembrar alimentos básicos como garbanzos, lentejas, había siempre leche y huevos ya que había animales en la casa; gracias a José y al trabajo de los dos hombres unidos hizo soportable la gran hambruna que se sufría.
El 1 -2 – 1940 nació su primer hijo, un varón, hermosísimo, al que pondrían por nombre Juan (como su abuelo paterno), ojos grandes, negros, igual de guapo que su padre, dijo Jerónima. El parto fue muy rápido, no parecía primeriza comentó el médico. Al contrario de lo que su madre pensaba, era una mujer fuerte, Ana Pepa dijo no ser para tanto como definían de los partos. Llena de vida y más bella que nunca la joven madre sentía que por fin su vida llevaba buen rumbo.
Ana Pepa tenía dificultades para alimentar a su bebé, sus pechos parecían no haberse dado cuenta de los insaciables apetitos del niño, “para amamantar al bebé hacían falta dos madres” decía la abuela. Juanito, así lo llamaban, un niño bastante insaciable que nunca se hartaba de comer. Un día Concha “La Monegrisa” (en realidad se llamaba Marina, pero nadie la conocía por ese nombre) les llevó la ropa limpia como de costumbre, ya que ésta era la lavandera del pueblo (quien podía pagaba y no iba a lavar al río), cuando oyó llorar al chiquillo dijo:
- ¡Este crío tiene hambre!
- Pero si acaba de mamar, es que es muy glotón y no se llena
- Déjame que le de una tetica
- Juanito durmió seis horas seguidas ¡lo que tenía era más hambre que un perrillo chico! -
Concha estaba criando a su Paco, a este le pusieron de mote “El Mono” ya que parecía un monillo y se le conocería siempre como “Pacomono”. Ella tenía leche en abundancia, y decidieron que fuese a amamantar a Juanito, recompensándola con cuanto había en la casa.
Mientras le daba el pecho, Concha le contaba a Ana Pepa sus desgracias, que eran muchas: a uno de sus hijos se lo comió un hurón, mientras ella recogía agua en el Pozo Nuevo; el hurón lo tenía su marido para ir de caza, se escapó de la jaula y atacó al bebé dejándolo muy mal herido, las vecinas oían llorar al pequeño ¡pero quien lo iba a imaginar! Duró sólo unos días después de aquel espantoso hecho.
-“No puedo vivir con este dolor tan grande, ¡nunca dejes a tu hijo solo! aconsejaba a Ana; proseguía narrando sus desdichas. Y el otro que ya estaba criao´ con seis años se despeño en el monte de Peñalosa mientras cuidaba las cabras, tan chiquito y era cabrero, fue a coger un nido y cayó. Él me decía que él iba a trabajar mucho y yo no tendría que lavar la ropa de nadie, ¡hijo de mi sangre! Ahora le pido a Dios que me conserve a mi Paco” –viuda trabajaría toda su vida para mantener a éste, que nunca daría un palo al agua, ni se casaría-. Juanito se puso hermosísimo con la leche de “La Monegrisa” ésta se consideró siempre su madre de leche, para ella siempre sería su Juanito. Éste era un niño fuerte, fortísimo, no andaba más bien volaba, Jerónima, Pepa, todos los ojos eran pocos para cuidar que no le ocurriese nada malo.
José y Ana Pepa vivieron apasionadamente esos años, gozando de cada instante
Serían los años más felices de la vida de Ana Pepa
El 1 -2 – 1940 nació su primer hijo, un varón, hermosísimo, al que pondrían por nombre Juan (como su abuelo paterno), ojos grandes, negros, igual de guapo que su padre, dijo Jerónima. El parto fue muy rápido, no parecía primeriza comentó el médico. Al contrario de lo que su madre pensaba, era una mujer fuerte, Ana Pepa dijo no ser para tanto como definían de los partos. Llena de vida y más bella que nunca la joven madre sentía que por fin su vida llevaba buen rumbo.
Ana Pepa tenía dificultades para alimentar a su bebé, sus pechos parecían no haberse dado cuenta de los insaciables apetitos del niño, “para amamantar al bebé hacían falta dos madres” decía la abuela. Juanito, así lo llamaban, un niño bastante insaciable que nunca se hartaba de comer. Un día Concha “La Monegrisa” (en realidad se llamaba Marina, pero nadie la conocía por ese nombre) les llevó la ropa limpia como de costumbre, ya que ésta era la lavandera del pueblo (quien podía pagaba y no iba a lavar al río), cuando oyó llorar al chiquillo dijo:
- ¡Este crío tiene hambre!
- Pero si acaba de mamar, es que es muy glotón y no se llena
- Déjame que le de una tetica
- Juanito durmió seis horas seguidas ¡lo que tenía era más hambre que un perrillo chico! -
Concha estaba criando a su Paco, a este le pusieron de mote “El Mono” ya que parecía un monillo y se le conocería siempre como “Pacomono”. Ella tenía leche en abundancia, y decidieron que fuese a amamantar a Juanito, recompensándola con cuanto había en la casa.
Mientras le daba el pecho, Concha le contaba a Ana Pepa sus desgracias, que eran muchas: a uno de sus hijos se lo comió un hurón, mientras ella recogía agua en el Pozo Nuevo; el hurón lo tenía su marido para ir de caza, se escapó de la jaula y atacó al bebé dejándolo muy mal herido, las vecinas oían llorar al pequeño ¡pero quien lo iba a imaginar! Duró sólo unos días después de aquel espantoso hecho.
-“No puedo vivir con este dolor tan grande, ¡nunca dejes a tu hijo solo! aconsejaba a Ana; proseguía narrando sus desdichas. Y el otro que ya estaba criao´ con seis años se despeño en el monte de Peñalosa mientras cuidaba las cabras, tan chiquito y era cabrero, fue a coger un nido y cayó. Él me decía que él iba a trabajar mucho y yo no tendría que lavar la ropa de nadie, ¡hijo de mi sangre! Ahora le pido a Dios que me conserve a mi Paco” –viuda trabajaría toda su vida para mantener a éste, que nunca daría un palo al agua, ni se casaría-. Juanito se puso hermosísimo con la leche de “La Monegrisa” ésta se consideró siempre su madre de leche, para ella siempre sería su Juanito. Éste era un niño fuerte, fortísimo, no andaba más bien volaba, Jerónima, Pepa, todos los ojos eran pocos para cuidar que no le ocurriese nada malo.
José y Ana Pepa vivieron apasionadamente esos años, gozando de cada instante
Serían los años más felices de la vida de Ana Pepa
Capítulo 6º
Ana Pepa se encontraba tan fuerte físicamente que Jerónima se sorprendía y lo comentaba con ella “Quién me iba a decir a mí hija que te vería tan sana y fuerte. Comenzaron a recordar y comentar lo ocurrido el verano de 1931. Las imágenes vinieron a su mente, aquello fue algo que marcó un antes y un después; por aquello la excesiva protección de su madre y de su tía Pepa, que era algo así como la segunda madre. Aquel verano del 31 en la Fiesta de los Esclavos Ana Pepa tuvo su primera menstruación, algo que su madre le explicó con gran naturalidad dando instrucciones de higiene y de naturalidad ante algo tan sencillo y a la vez tan importante que le hacía entender que era el principio de ir al encuentro de la mayor alegría de una mujer, la maternidad, entendido esto la puso muy contenta, ¡Ya era una mujer! Para la chacha Pepa, “se había estrenado la pollina”, (expresión que no gustaba nada a su hermana Jerónima) “¡ni que mi hija fuese un animal! ¡No uses esa expresión ni digas eso Pepa!”
Tres meses después, aquello tan natural y de lo que no había que tener miedo cambió. Estando Ana Pepa sentada en el tranco de la puerta de la calle, vio a María “La Pepinolla” iba arrastrando un baúl bastante pesado, ésta mirándola con un gesto suplicante comenzó hablar mirando a Ana con gesto solicitante.
- ¡Ay Dios mío! ¡Lo que pesa esto! Lo que siento es que se van a romper las patas del baúl de arrastrarlo ¿me quieres ayudar hija?
- Yo no tengo mucha fuerza, es que estoy con la regla- su madre si le advirtió que no debía hacer grandes esfuerzos en esos días del mes
- Anda hija yo cojo de aquí que pesa más y tu de ahí que pesa menos
- ¡Ay! Pesa mucho
- Enseguida lo colocamos en la otra habitación nena
Nada más dejar el baúl sobre el suelo, Ana Pepa sintió como un borbotón que salía de su cuerpo y corría piernas abajo, enseguida hubo un charco en el suelo de color rojo, su vista se nubló y un zumbido en los oídos le hacía caer al suelo sin sentido, (ella no recordaría más).
Llamaron a Jerónima que vivía tan sólo una casa más abajo, cuando esta la vio pensó que la historia se repetía de nuevo, ya perdió un hijo varón de pocos años “Dios mío no te la lleves, te lo ruego”. Gritaba como loca, “¿pero que ha pasao´?” Al escuchar lo ocurrido, más gritaba “¡cómo no me llamaste a mí! ¡Tan tierna mi hija María!” la mujer se disculpaba ¿quién iba a pensar qué…?
Cuando despertó estaba en la cama, no se podía mover, pues si lo hacía se mareaba, “¡mama! ¡Qué malita estoy!” y se volvió a desmayar. El médico llegó y examino a la joven con detenimiento y dijo con voz segura: descanso, reposo absoluto. Había que esperar que las inyecciones hicieran efecto. Tuvo que permanecer así durante tres meses en los que perdió mucha sangre, por lo que estaba muy débil. Su madre y su tía la cuidaron con todo esmero, sus primas Ana, Carmen, Lucía y Enriqueta, y sus mejores amigas Paulina y Dolores, le hacían compañía. Jerónima les contaba numerosas historias, mientras todas a su rededor pasaban las tardes con su amiga. Jerónima era buena narradora y cualquier historia se convertía en un gran relato atestado de descripciones y emociones como si ellas mismas estuviesen el dicho lugar o momento, inventaba poemas y les enseñaba oraciones antiguas. Jerónima se acostaba tarde ya que ella misma ponía el último pienso a las yuntas de mulas, para que su esposo descansara. Sacudiendo la cabeza volvieron a 1941 donde todo era bueno, Ana esperaba su segundo hijo.
Tres meses después, aquello tan natural y de lo que no había que tener miedo cambió. Estando Ana Pepa sentada en el tranco de la puerta de la calle, vio a María “La Pepinolla” iba arrastrando un baúl bastante pesado, ésta mirándola con un gesto suplicante comenzó hablar mirando a Ana con gesto solicitante.
- ¡Ay Dios mío! ¡Lo que pesa esto! Lo que siento es que se van a romper las patas del baúl de arrastrarlo ¿me quieres ayudar hija?
- Yo no tengo mucha fuerza, es que estoy con la regla- su madre si le advirtió que no debía hacer grandes esfuerzos en esos días del mes
- Anda hija yo cojo de aquí que pesa más y tu de ahí que pesa menos
- ¡Ay! Pesa mucho
- Enseguida lo colocamos en la otra habitación nena
Nada más dejar el baúl sobre el suelo, Ana Pepa sintió como un borbotón que salía de su cuerpo y corría piernas abajo, enseguida hubo un charco en el suelo de color rojo, su vista se nubló y un zumbido en los oídos le hacía caer al suelo sin sentido, (ella no recordaría más).
Llamaron a Jerónima que vivía tan sólo una casa más abajo, cuando esta la vio pensó que la historia se repetía de nuevo, ya perdió un hijo varón de pocos años “Dios mío no te la lleves, te lo ruego”. Gritaba como loca, “¿pero que ha pasao´?” Al escuchar lo ocurrido, más gritaba “¡cómo no me llamaste a mí! ¡Tan tierna mi hija María!” la mujer se disculpaba ¿quién iba a pensar qué…?
Cuando despertó estaba en la cama, no se podía mover, pues si lo hacía se mareaba, “¡mama! ¡Qué malita estoy!” y se volvió a desmayar. El médico llegó y examino a la joven con detenimiento y dijo con voz segura: descanso, reposo absoluto. Había que esperar que las inyecciones hicieran efecto. Tuvo que permanecer así durante tres meses en los que perdió mucha sangre, por lo que estaba muy débil. Su madre y su tía la cuidaron con todo esmero, sus primas Ana, Carmen, Lucía y Enriqueta, y sus mejores amigas Paulina y Dolores, le hacían compañía. Jerónima les contaba numerosas historias, mientras todas a su rededor pasaban las tardes con su amiga. Jerónima era buena narradora y cualquier historia se convertía en un gran relato atestado de descripciones y emociones como si ellas mismas estuviesen el dicho lugar o momento, inventaba poemas y les enseñaba oraciones antiguas. Jerónima se acostaba tarde ya que ella misma ponía el último pienso a las yuntas de mulas, para que su esposo descansara. Sacudiendo la cabeza volvieron a 1941 donde todo era bueno, Ana esperaba su segundo hijo.
Capítulo 7º
El 26 - 5 - 1941 nació su segundogénito, Pedro, como el abuelo materno, le llamarían Pedrín. En nada se parecía a su hermano, era rubio con ojos azules, le parecía a Pedro de niño “¡hay que ver que hijos tan guapos tiene la Ana Pepa!” .decían las vecinas. Buscaron niñera para Juanito, Agustina, una niña del pueblo que “así podría hartase de comer”, decían sus padres, sólo tenía que jugar con él y entretenerlo. Un día mientras el niño dormía, a escondidas de Jerónima quiso comerse un trozo de tocino, el hambre apretaba, y viendo que la iban a descubrir, quiso tragárselo, por poco se ahoga porque no la viesen. – esto lo referiría ella entre risas, ya casada con Dioni “El Percha” años después, en aceituna, contando cuanta hambre había por entonces -
Los dos niños al igual que su madre eran malcriados por las dos hermanas JERÓNIMA Y PEPA que veían a los niños como si nuevamente fuesen madres ellas. .PEDRO Y MARCOS, veían a los varones como una bendición (hombres para trabajar la tierra). Todo parecía ir muy bien.
TIEMPOS DIFÍCILES
Enero de 1942. Estando José atareado en el campo, lo sorprendió un chaparrón, ya que el día parecía de mañana soleado no llevaba para protegerse de la lluvia. Llegó a casa de Pedro para dejar las mulas en la cuadra, ya que donde vivían ellos (calle la Cruz) no había sitio para los animales. Las mulas llegaron mojadas y José empapado y muerto de frío, les había cogido lejos de casa y el aire le calaba hasta los huesos. Quitó el aparejo a las mulas como pudo ya que apenas podía hacer movimientos estaba como rígido, las secó un poco y les puso de comer y beber; mientras tanto llegó Jerónima, que había ido a ver a sus nietos, cuando lo vio dando tiritones se echó manos a la cabeza. “¡Hijo ya las hubiese apañao´ yo! Vas a coger una pulmonía, vete corriendo te cambias y te secas ¡menuda lumbre hay en tu casa!”. Bajando la calle sitió un gran escalofrío, como si el mismo demonio recorriera su cuerpo, y al llegar a casa sin saber por qué sintió miedo.
-Nena que malo vengo, me parecía que no llegaba, que ya nos os iba a ver más, notaba como la vida salía de mi cuerpo.
Ana Pepa lo abrazo, ¡Dios mío si vienes temblando! Ana Pepa le fue quitando la ropa que parecía no querer despegarse del cuerpo, junto al fuego le ayudó a ponerse ropa seca, ya que él estaba paralizado del frío que tenía. Le preparó un tazón de leche, bien caliente. Los pequeños miraban con el rabillo del ojo, pero no entorpecieron para nada.
José pilló un buen resfriado, D. Pedro (el médico) lo visitó todos los días, tuvo mucha fiebre e incluso disparataba. José mejoró, pero aquel dolor del pecho que trajo de la guerra y que alguna vez lo había molestado se agravó, y una perseverante tos no le dejaba dormir. Ana Pepa, preocupada fue a hablar con el médico sin que lo supiese José.
- D. Pedro, no me gusta la tos que tiene José
- Ana, a mi tampoco me gusta, obsérvalo y sobre todo mira el esputo
- ¿Por qué? ¡No pensara…!
- De la guerra ha venido mucha tuberculosis, ¡no vaya a ser que…!
- Pero si él está bien alimentado, sólo ha sido el resfriado ¡que…!
- Déjame que te explique hija, el bacilo puede permanecer latente en el organismo durante un largo periodo, hasta que una disminución de las defensas le da la oportunidad de multiplicarse y producir los síntomas de la enfermedad, y este puede ser el caso.
- Dios no lo querrá ¡a mi José no!
- Ana, ¡que en esto nada tiene que ver Dios!
El 26 - 5 - 1941 nació su segundogénito, Pedro, como el abuelo materno, le llamarían Pedrín. En nada se parecía a su hermano, era rubio con ojos azules, le parecía a Pedro de niño “¡hay que ver que hijos tan guapos tiene la Ana Pepa!” .decían las vecinas. Buscaron niñera para Juanito, Agustina, una niña del pueblo que “así podría hartase de comer”, decían sus padres, sólo tenía que jugar con él y entretenerlo. Un día mientras el niño dormía, a escondidas de Jerónima quiso comerse un trozo de tocino, el hambre apretaba, y viendo que la iban a descubrir, quiso tragárselo, por poco se ahoga porque no la viesen. – esto lo referiría ella entre risas, ya casada con Dioni “El Percha” años después, en aceituna, contando cuanta hambre había por entonces -
Los dos niños al igual que su madre eran malcriados por las dos hermanas JERÓNIMA Y PEPA que veían a los niños como si nuevamente fuesen madres ellas. .PEDRO Y MARCOS, veían a los varones como una bendición (hombres para trabajar la tierra). Todo parecía ir muy bien.
TIEMPOS DIFÍCILES
Enero de 1942. Estando José atareado en el campo, lo sorprendió un chaparrón, ya que el día parecía de mañana soleado no llevaba para protegerse de la lluvia. Llegó a casa de Pedro para dejar las mulas en la cuadra, ya que donde vivían ellos (calle la Cruz) no había sitio para los animales. Las mulas llegaron mojadas y José empapado y muerto de frío, les había cogido lejos de casa y el aire le calaba hasta los huesos. Quitó el aparejo a las mulas como pudo ya que apenas podía hacer movimientos estaba como rígido, las secó un poco y les puso de comer y beber; mientras tanto llegó Jerónima, que había ido a ver a sus nietos, cuando lo vio dando tiritones se echó manos a la cabeza. “¡Hijo ya las hubiese apañao´ yo! Vas a coger una pulmonía, vete corriendo te cambias y te secas ¡menuda lumbre hay en tu casa!”. Bajando la calle sitió un gran escalofrío, como si el mismo demonio recorriera su cuerpo, y al llegar a casa sin saber por qué sintió miedo.
-Nena que malo vengo, me parecía que no llegaba, que ya nos os iba a ver más, notaba como la vida salía de mi cuerpo.
Ana Pepa lo abrazo, ¡Dios mío si vienes temblando! Ana Pepa le fue quitando la ropa que parecía no querer despegarse del cuerpo, junto al fuego le ayudó a ponerse ropa seca, ya que él estaba paralizado del frío que tenía. Le preparó un tazón de leche, bien caliente. Los pequeños miraban con el rabillo del ojo, pero no entorpecieron para nada.
José pilló un buen resfriado, D. Pedro (el médico) lo visitó todos los días, tuvo mucha fiebre e incluso disparataba. José mejoró, pero aquel dolor del pecho que trajo de la guerra y que alguna vez lo había molestado se agravó, y una perseverante tos no le dejaba dormir. Ana Pepa, preocupada fue a hablar con el médico sin que lo supiese José.
- D. Pedro, no me gusta la tos que tiene José
- Ana, a mi tampoco me gusta, obsérvalo y sobre todo mira el esputo
- ¿Por qué? ¡No pensara…!
- De la guerra ha venido mucha tuberculosis, ¡no vaya a ser que…!
- Pero si él está bien alimentado, sólo ha sido el resfriado ¡que…!
- Déjame que te explique hija, el bacilo puede permanecer latente en el organismo durante un largo periodo, hasta que una disminución de las defensas le da la oportunidad de multiplicarse y producir los síntomas de la enfermedad, y este puede ser el caso.
- Dios no lo querrá ¡a mi José no!
- Ana, ¡que en esto nada tiene que ver Dios!
Capítulo 8º
Ana Pepa marchó, convenciéndose a si misma de que sólo sería un resfriado. José no mejoró, empezaron nuevos síntomas, fiebre, fatiga, sudoración nocturna, pérdida de apetito y pérdida de peso. Un día en un golpe de tos, José tuvo un esputo con sangre.
- ¡Nena, corre mira es sangre!
- Eso es que te has hecho daño en la garganta, no te asustes
El diagnóstico de enfermedad se realiza mediante el aislamiento de bacilos tuberculosos en el esputo, tendrás que llevarlo a analizar a Bailén Ana, dijo D. Pedro.
Muy temprano, casi de noche, Ana Pepa acompañada por Pepa, que no sabía como calmar la angustia de su sobrina se fueron a Bailén, andando, para que les hiciesen el análisis que dijo el médico. Regresaron por la tarde con los resultados. Cuando D. Pedro los vio dijo:
¡Tuberculosis!, producida por el bacilo Mycobacterium tuberculosis
Ana Pepa nunca olvidaría esas palabras. Se estaba estudiando mucho sobre la enfermedad pero no había muchos progresos. José no podía trabajar, los análisis, las visitas del medico y las inyecciones de NEUMOTORAS, eran caras, ¡había que pagar claro está! Ana Pepa tuvo que vender las rosetas de oro y cuanto tenía de valor, sin estar al corriente José. A los pequeños se los llevó Jerónima a su casa para evitar un posible contagio, así lo aconsejó el médico. Lo primero que dijo José fue: “Los nenes que no se acerquen a besarme, me los pones cuando vengan a verme a los pies de la cama subidos en una silla, para que yo los pueda ver bien, y en los barrotes pones una toalla nueva que yo no use, por si ponen las manos, tú, pon mis cosas separadas de las tuyas”. José conocía sobradamente la enfermedad, muchos murieron en la guerra de tuberculosis.
A veces quedaba pensativo, y permanecía en silencio un buen rato, no decía lo que pensaba, era muy reservado, pero el humor le cambiaba bruscamente (era pánico lo que sentía). Su familia, no lo visitaba con demasiada frecuencia... ella comprendía su temor y los disculpaba
A su regreso, y aquí era a donde quería llegar, su esposa y su hijo Rafael no le esperaban en casa; Carmen murió joven, el 22 de diciembre de 1942, habiendo vivido sola la muerte se su hijo pequeño, dejando al mayor con Juana hermana de José.
José nunca dejó de jugar al fútbol, incluso en la cárcel jugaba con jugadores de la calle, contaba que les escuchaba murmurar mientras jugaba "¡Ese es un preso…!" Este deporte lo llevó hasta Baños de la Encina donde conoció y se enamoró de Ana Pepa, una bañusca de tan sólo 28 años, viuda con dos hijos.
José con 32 años se vuelve a casar el 7 del julio 1946 y se marcha a vivir a Baños de la Encina con el deseo de apartar recuerdos y lugares que lo habían hecho feliz en otro tiempo.
Dos vidas rotas que intentan recomponer su historia. Para Ana Pepa era fácil no equivocarse de nombre al llamarlo, José no podía confundirse, pero José... si ocurría los dos sonreían ya que sabían lo que sentía el otro. No era un papel que se rompe y se escribe otro, su vida estaba ya a medio escribir. Volvían a empezar.
José hombre con un alma que clamaba libertad en todos los sentidos, decide ser su propio patrón, arrendando tierras y trabajando por cuenta propia se convierte en hortelano que más produce en Baños, vendiendo sus hortalizas en Baños y Bailen, con ayuda de todos sus hijos, cuatro de ellos nacidos de este segundo matrimonio María, Pedro, Carmen y Ana Florencia (Esta que escribe). Juanito y Josefina seguían viviendo con Jerónima y Pedro.
A mi padre lo recuerdo en la siega con su sombrero de paja, luego a la era a las tres de la tarde. En la memoria cómo me invitaba a subir al trillo, cosa que me encantaba, dábamos vueltas y vueltas, él pensativo en sus cosas, yo una niña ruidosa que subía y bajaba del trillo, " Al atardecer ablentaban separaando el trigo de la paja y yo, yo quedaba embobada
Mil historias podría contar: Cómo le gustaban los animales, en especial los caballos, lo bromista que era, su fuerte temperamento … muchas anécdotas me contó sobre sus vivencias en Bailén. ÉL siempre recordó sus paseos por la Calle Real, donde pretendió a su primera esposa. Me describía a la confitera, como flirteaba con él regalándole merengues y sonrisas para conquistarlo. Pero su Carmen le parecía a él, el mejor de los dulces.
Nunca consiguió pronunciar el número quince, mi madre sonreía ya que era en lo único que se le notaba que era de Bailén, en su “quinseeeeeeee”.
Este era mi padre, vivió tantos años fuera de su pueblo que quizás fue más bañusco a lo largo de los años; pero en el corazón era bailenense, pero un bailenense que hizo que cada vez que escuche el nombre de Bailén yo diga con orgullo "DE ALLÍ ERA MI PADRE"
19 de julio de 1990 murió José “EL pinche” siendo enterrado en Baños de la Encina ya que se sentía bañusco. Sirva este escrito de homenaje al hombre que me dio la vida.
En los dos últimos años de su vida, me narró lo que podría ser el relato titulado “José” Las atrocidades de la guerra, y de los años en la cárcel. Dantesco era escuchar aquellos relatos que algún día espero atreverme a narrar. Él quiso que conociera lo que ocurrió y que tuviese memoria histórica, algo que nunca había contado, era mejor olvidar, pero por qué callar lo que ocurrió. Muchas horas donde él hablaba y yo escuchaba, le conocí y comprendí tantas cosas… creo que intento desnudar su alma angustiada y silenciada durante muchos años, una pesadilla que nunca pudo borrar y que murió con él.
En Baños hay hoy gente que desconoce que José "El Pinche" era bailense ó bailenero; un orgullo para él.
Ana Pepa quedaba sola nuevamente, y aún le estaba esperando un acontecimiento espeluznante.
Ana Pepa marchó, convenciéndose a si misma de que sólo sería un resfriado. José no mejoró, empezaron nuevos síntomas, fiebre, fatiga, sudoración nocturna, pérdida de apetito y pérdida de peso. Un día en un golpe de tos, José tuvo un esputo con sangre.
- ¡Nena, corre mira es sangre!
- Eso es que te has hecho daño en la garganta, no te asustes
El diagnóstico de enfermedad se realiza mediante el aislamiento de bacilos tuberculosos en el esputo, tendrás que llevarlo a analizar a Bailén Ana, dijo D. Pedro.
Muy temprano, casi de noche, Ana Pepa acompañada por Pepa, que no sabía como calmar la angustia de su sobrina se fueron a Bailén, andando, para que les hiciesen el análisis que dijo el médico. Regresaron por la tarde con los resultados. Cuando D. Pedro los vio dijo:
¡Tuberculosis!, producida por el bacilo Mycobacterium tuberculosis
Ana Pepa nunca olvidaría esas palabras. Se estaba estudiando mucho sobre la enfermedad pero no había muchos progresos. José no podía trabajar, los análisis, las visitas del medico y las inyecciones de NEUMOTORAS, eran caras, ¡había que pagar claro está! Ana Pepa tuvo que vender las rosetas de oro y cuanto tenía de valor, sin estar al corriente José. A los pequeños se los llevó Jerónima a su casa para evitar un posible contagio, así lo aconsejó el médico. Lo primero que dijo José fue: “Los nenes que no se acerquen a besarme, me los pones cuando vengan a verme a los pies de la cama subidos en una silla, para que yo los pueda ver bien, y en los barrotes pones una toalla nueva que yo no use, por si ponen las manos, tú, pon mis cosas separadas de las tuyas”. José conocía sobradamente la enfermedad, muchos murieron en la guerra de tuberculosis.
A veces quedaba pensativo, y permanecía en silencio un buen rato, no decía lo que pensaba, era muy reservado, pero el humor le cambiaba bruscamente (era pánico lo que sentía). Su familia, no lo visitaba con demasiada frecuencia... ella comprendía su temor y los disculpaba
Capítulo 9º
Hay que llevarlo al sanatorio de Jaén, (EL NEVERAL) allí se puede curar, pero hace falta mucho dinero para ir allí, dijo el médico. Pedro después de hablarlo con Jerónima decidió que lo importante era su curación, en tan sólo un mes vendió un olivar que tenían en la Cuesta Los Santos, se lo pagaron bien, y José y Ana Pepa se fueron a Jaén llenos de esperanza. El sanatorio estaba junto al castillo de Santa Catalina especializado en la enfermedad. Parecía un hotel de lujo, paseaban por los jardines, el aire era siempre fresco y puro ya que el hospital estaba en medio de un gran pinar, la comida estaba preparada por dietistas. Les enseñaron lo importante que eran algunos alimentos para el organismo. Le pusieron unas inyecciones que las llamaban de oro por su precio (estreptomicina) era el mejor hospital que había.
–Aún hoy sigue allí, para enfermos terminales de cáncer y enfermedades de pulmón -
Tantas horas compartidas agrandó su amor, sólo la separación de los pequeños ensombrecía su felicidad, o eso pretendía hacerle ver a su marido Ana Pepa. Y aquella mujer débil se hizo roca para darle ánimo y confianza al hombre que tanto quería.
1944 José mejoró, el esfuerzo económico había merecido la pena. Regresaron del sanatorio, Juanito y Pedrín permanecieron con los abuelos para más seguridad. José comenzó hacer vida normal, tan normal que Ana pepa quedó embarazada.
Si es niña le ponemos ESTRELLA dijo José, que se encontraba bastante bien. Vino a visitarlos desde Villanueva de Córdoba Joaquina Marañón y su hija, trajeron regalos: ropa para los pequeños, unas camisas para José y una blusa de seda para Ana Pepa, sólo estuvieron unos días y José prometió devolverles la visita cuando naciera la criatura.
–Aún hoy sigue allí, para enfermos terminales de cáncer y enfermedades de pulmón -
Tantas horas compartidas agrandó su amor, sólo la separación de los pequeños ensombrecía su felicidad, o eso pretendía hacerle ver a su marido Ana Pepa. Y aquella mujer débil se hizo roca para darle ánimo y confianza al hombre que tanto quería.
1944 José mejoró, el esfuerzo económico había merecido la pena. Regresaron del sanatorio, Juanito y Pedrín permanecieron con los abuelos para más seguridad. José comenzó hacer vida normal, tan normal que Ana pepa quedó embarazada.
Si es niña le ponemos ESTRELLA dijo José, que se encontraba bastante bien. Vino a visitarlos desde Villanueva de Córdoba Joaquina Marañón y su hija, trajeron regalos: ropa para los pequeños, unas camisas para José y una blusa de seda para Ana Pepa, sólo estuvieron unos días y José prometió devolverles la visita cuando naciera la criatura.
CAPÍTULO 10º
La liria de pájaros era la mayor distracción de José, le gustaba mucho, y cuando no llovía, aprovechaba y salía al campo con sus pájaros, -esta afición la llevaría en la sangre su pequeño Juanito que tendría pájaros toda su vida- . Un día madrugó para ir de liria, comenzó a encontrase mal, volvió helado la temperatura había bajado mucho. Recayó de nuevo estaba en cama. Pulmonía fue el diagnostico, y todo lo logrado hasta el momento no sirvió de nada.
José, perdió mucho peso y el deterioro era brutal. Ana Pepa no descansaba ni se podía meter en la cama por los ataques de fatiga de José, su madre y su tía se turnaban para no dejarla sola. Todo iba de mal en peor.
Pepa pasaba mucho tiempo acompañando a su sobrina (Jerónima cuidaba de los niños) y cuando José dormía Ana Pepa se desahogaba:
- Cada vez está peor, ¡no ves como se está quedando! ¡si no parece él!
- Nena no llores, verás como mejora
- No, esta vez está peor, dice que no ve a su niña, ¡esta convencido de que será niña!
- Anda, come algo nena
Enero de 1945. José empeoraba por días, Ana Pepa en avanzado estado de gestación, se encontraba bastante cansada. José preguntaba cada día “¿Qué día es hoy? Contestando Ana Pepa “24,25,…” hasta que un día le preguntó “¿para qué quieres saber el día que es?” y con un hilo de voz le contesto; haber si paso la cuesta de enero.
– Pasaría la cuesta de enero, pero no la de febrero-
5 – 2- 1945 Frío y seco febrero. Jerónima bajó a llevarles la comida, como cada día, (sólo tenía que bajar una calle, pasaba el día yendo y viniendo) cuando vio a José, supo que de ese día no salía. Sin hacer ningún comentario, se fue en busca del médico que vivía en el Cueto de Santa María
- D. Pedro, José no sale de hoy, baje a verlo
- ¿Tan mal lo ves?
- ¡Usted mismo lo ha de ver!
- Cuando cene voy Jerónima
- Yo creo que eso es mucho tardar
- Bueno mujer, ahora mismo
Cuando llegaron, Ana Pepa sentada en una mecedora, reposaba la cabeza sobre la cama de José dando una cabezada, no advirtió la presencia de estos, cuando de dio cuenta se sobresaltó.
- ¿Qué pasa mama?
- Hija, he llamado al médico yo lo he visto mal
El médico le tomó el pulso y movió la cabeza negativamente. Apenas tenía pulso, eran las diez de la noche (Ana Pepa pensaba que estaba tranquilo descansando), no llaméis a nadie, que no se de cuenta, dijo Ana Pepa acongojada.
Por un instante abrió los ojos, miró a Ana Pepa, y al cerrarlos cayó una lágrima de sus ojos. Sin un adiós, sin despedirse de ella se marchó para siempre.
Fue desgarrador el grito de dolor que dio Ana Pepa al ver que todo había terminado, la criatura saltaba en su vientre (parecía querer ver a su padre aunque sólo fuese por una vez).
–Esta siempre tendría el dolor de no conocer a su padre-
El médico le dio algo para tranquilizarla la criatura está sufriendo mucho, tienes que descansar hija.
Sola, con dos hijos y otro apunto de nacer. Nada le importaba, a nadie veía ni escuchaba. La casa se llenó de gente que durante la enfermedad ni siquiera había ido por allí, decían acompañarla en el sentimiento. ¿Qué sabían ellos de su inmenso dolor? no hablaba, sólo sus lágrimas hablaban, nunca se sentiría tan sola como ese día. El cura le dijo que debía dar gracias por el tiempo que había disfrutado de su amor y de los hijos que le había dado (fue lo único sensato que escuchó) y la hizo reflexionar ¡Dios mío, mis hijos! Pero más lloraba de pensar que no tendrían nunca el amor de su padre, y la criatura de su vientre ni siquiera lo conocería.
Se enterró el seis de febrero de 1945. En el velatorio se comentó entre la familia que Pedro tras la larga enfermedad de su yerno estaba apurado económicamente, y si en algo se podía ayudar era en los gastos del entierro, nadie contestó, Ana Pepa sólo los miró, nunca lo olvidaría. Pedro pidió un préstamo, para pagarlo cuando cobrase la aceituna que estaba en recolección, y él solo corrió con los gastos.
Había que quemarlo todo, para evitar algún contagio, dijo el médico, y todo cuanto tenía desapareció en el fuego, sólo quedaron los recuerdos
Ana Pepa dio negativo en la prueba de tuberculina, que le hicieron después de enterrar a José, eso tranquilizó a sus padres. De nuevo su hija vivía en casa, pero ya no era la niña mimada que ellos conocían, era una mujer destrozada por los avatares de la vida.
26 – 2 – 1945 Veinte días después de enterrar a su marido Ana Pepa dio a luz una niña preciosa, el dolor físico del parto no era nada comparado con el dolor que invadía su alma, el dolor físico pasaría en unas horas. Nada era lo mismo, el silencio era lo más insólito, nadie decía nada, la situación lo requería. El parto fue rápido y sin complicaciones. Fue niña como dijo José “Se llamara Estrella, así lo quería su padre” pero la convencieron para que le pusiera el nombre del padre. Josefina le pusieron y no Estrella. Ana Pepa desde que murió su marido estaba desorientada, todo lo decidían por ella ya que todo le era indiferente, después se dio cuenta del error “¡se tenía que haber llamado Estrella, su padre lo dijo así!”.
Le hicieron también la prueba de tuberculina a Josefina y dio negativo, era una niña totalmente sana, dijo el médico.
Cuando Ana Pepa miraba a su niñita quedaba ausente perdida en el tiempo, recordando los momentos felices vividos con José. Su madre le decía: “hija tú eres joven y volverás a ser feliz” ¡que fácil era para los demás decir eso!
Junio de 1945. Ana Pepa recuperaba peso y fuerzas para seguir viviendo, luchando por sus pequeños, su madre y su tía se ocupaban de la casa y de los niños, ella se acostaba muy temprano y se levantaba tarde (mientras dormía no vivía).
Hacía calor, Josefina lloraba, y Pedrín con sólo cuatro años decía mientras jugaba “¿por qué llora la niña? ¿Porque no ha visto a papá José?” Las miradas se cruzaban en un ¡que ocurrencia! Sin contestación, él seguía con su juego. Pedrín no era tan fuerte como Juanito, se cansaba cuando corría sus juegos eran más reposados. Comenzó a estar cada día más cansado, y empezaron unos vómitos que don Pedro no podía controlar.
- Que no tome agua, sólo manzanilla y suero
- Pero si pide agua con desesperación
- Nada, nada, manzanilla o suero
El niño no mejoraba y seguía pidiendo agua.
- Mamita dame una poquita agua
- No hay agua hijo toma manzanilla
- Pide a la Paulina
- Si ella tampoco tiene
- Pide a la chacha Remedios
- Tampoco tiene
- ¡Ay ¡
Con aquel ¡ay! se quedó Ana Pepa. Al día siguiente, (2-6-1945) Pedrín murió. El médico dijo y lo dijo cuando ya era tarde, que había muerto de una insuficiencia coronaria, que le provocó una angina de pecho y finalmente el infarto de miocardio.
“¡Por qué no le daría yo agua con el ansia que la pedía!” repetía sin cesar Ana Pepa.
- Esto lo repetiría toda su vida -
Todo el pueblo fue al entierro y comentaba lo desdichada que era Ana Pepa. En una pequeña caja blanca iba su ángel, para acompañar a su padre para que no estuviese sólo, pensaba ella. Sin hablar y sin lágrimas en los ojos, de tanto como había llorado toda la noche, enterró a aquel niño de tan sólo cuatro años, tan querido por todos. Jerónima y Pepa lo sentían igual que la madre ya que ellas lo habían criado.
Parecía que todo se derrumbaba ante Ana Pepa. “Ellos ya no estaban. Todo desaparecía y sin embargo la vida seguía sin detenerse un instante, sin importar el desconsuelo y la amargura que ella sentía. La vida seguía.
DECÍAN QUE TENDRÍA QUE VOLVER A EMPEZAR
¡VOLVER A EMPEZAR!!!!!!!!!!!!!!!!
La liria de pájaros era la mayor distracción de José, le gustaba mucho, y cuando no llovía, aprovechaba y salía al campo con sus pájaros, -esta afición la llevaría en la sangre su pequeño Juanito que tendría pájaros toda su vida- . Un día madrugó para ir de liria, comenzó a encontrase mal, volvió helado la temperatura había bajado mucho. Recayó de nuevo estaba en cama. Pulmonía fue el diagnostico, y todo lo logrado hasta el momento no sirvió de nada.
José, perdió mucho peso y el deterioro era brutal. Ana Pepa no descansaba ni se podía meter en la cama por los ataques de fatiga de José, su madre y su tía se turnaban para no dejarla sola. Todo iba de mal en peor.
Pepa pasaba mucho tiempo acompañando a su sobrina (Jerónima cuidaba de los niños) y cuando José dormía Ana Pepa se desahogaba:
- Cada vez está peor, ¡no ves como se está quedando! ¡si no parece él!
- Nena no llores, verás como mejora
- No, esta vez está peor, dice que no ve a su niña, ¡esta convencido de que será niña!
- Anda, come algo nena
Enero de 1945. José empeoraba por días, Ana Pepa en avanzado estado de gestación, se encontraba bastante cansada. José preguntaba cada día “¿Qué día es hoy? Contestando Ana Pepa “24,25,…” hasta que un día le preguntó “¿para qué quieres saber el día que es?” y con un hilo de voz le contesto; haber si paso la cuesta de enero.
– Pasaría la cuesta de enero, pero no la de febrero-
5 – 2- 1945 Frío y seco febrero. Jerónima bajó a llevarles la comida, como cada día, (sólo tenía que bajar una calle, pasaba el día yendo y viniendo) cuando vio a José, supo que de ese día no salía. Sin hacer ningún comentario, se fue en busca del médico que vivía en el Cueto de Santa María
- D. Pedro, José no sale de hoy, baje a verlo
- ¿Tan mal lo ves?
- ¡Usted mismo lo ha de ver!
- Cuando cene voy Jerónima
- Yo creo que eso es mucho tardar
- Bueno mujer, ahora mismo
Cuando llegaron, Ana Pepa sentada en una mecedora, reposaba la cabeza sobre la cama de José dando una cabezada, no advirtió la presencia de estos, cuando de dio cuenta se sobresaltó.
- ¿Qué pasa mama?
- Hija, he llamado al médico yo lo he visto mal
El médico le tomó el pulso y movió la cabeza negativamente. Apenas tenía pulso, eran las diez de la noche (Ana Pepa pensaba que estaba tranquilo descansando), no llaméis a nadie, que no se de cuenta, dijo Ana Pepa acongojada.
Por un instante abrió los ojos, miró a Ana Pepa, y al cerrarlos cayó una lágrima de sus ojos. Sin un adiós, sin despedirse de ella se marchó para siempre.
Fue desgarrador el grito de dolor que dio Ana Pepa al ver que todo había terminado, la criatura saltaba en su vientre (parecía querer ver a su padre aunque sólo fuese por una vez).
–Esta siempre tendría el dolor de no conocer a su padre-
El médico le dio algo para tranquilizarla la criatura está sufriendo mucho, tienes que descansar hija.
Sola, con dos hijos y otro apunto de nacer. Nada le importaba, a nadie veía ni escuchaba. La casa se llenó de gente que durante la enfermedad ni siquiera había ido por allí, decían acompañarla en el sentimiento. ¿Qué sabían ellos de su inmenso dolor? no hablaba, sólo sus lágrimas hablaban, nunca se sentiría tan sola como ese día. El cura le dijo que debía dar gracias por el tiempo que había disfrutado de su amor y de los hijos que le había dado (fue lo único sensato que escuchó) y la hizo reflexionar ¡Dios mío, mis hijos! Pero más lloraba de pensar que no tendrían nunca el amor de su padre, y la criatura de su vientre ni siquiera lo conocería.
Se enterró el seis de febrero de 1945. En el velatorio se comentó entre la familia que Pedro tras la larga enfermedad de su yerno estaba apurado económicamente, y si en algo se podía ayudar era en los gastos del entierro, nadie contestó, Ana Pepa sólo los miró, nunca lo olvidaría. Pedro pidió un préstamo, para pagarlo cuando cobrase la aceituna que estaba en recolección, y él solo corrió con los gastos.
Había que quemarlo todo, para evitar algún contagio, dijo el médico, y todo cuanto tenía desapareció en el fuego, sólo quedaron los recuerdos
Ana Pepa dio negativo en la prueba de tuberculina, que le hicieron después de enterrar a José, eso tranquilizó a sus padres. De nuevo su hija vivía en casa, pero ya no era la niña mimada que ellos conocían, era una mujer destrozada por los avatares de la vida.
26 – 2 – 1945 Veinte días después de enterrar a su marido Ana Pepa dio a luz una niña preciosa, el dolor físico del parto no era nada comparado con el dolor que invadía su alma, el dolor físico pasaría en unas horas. Nada era lo mismo, el silencio era lo más insólito, nadie decía nada, la situación lo requería. El parto fue rápido y sin complicaciones. Fue niña como dijo José “Se llamara Estrella, así lo quería su padre” pero la convencieron para que le pusiera el nombre del padre. Josefina le pusieron y no Estrella. Ana Pepa desde que murió su marido estaba desorientada, todo lo decidían por ella ya que todo le era indiferente, después se dio cuenta del error “¡se tenía que haber llamado Estrella, su padre lo dijo así!”.
Le hicieron también la prueba de tuberculina a Josefina y dio negativo, era una niña totalmente sana, dijo el médico.
Cuando Ana Pepa miraba a su niñita quedaba ausente perdida en el tiempo, recordando los momentos felices vividos con José. Su madre le decía: “hija tú eres joven y volverás a ser feliz” ¡que fácil era para los demás decir eso!
Junio de 1945. Ana Pepa recuperaba peso y fuerzas para seguir viviendo, luchando por sus pequeños, su madre y su tía se ocupaban de la casa y de los niños, ella se acostaba muy temprano y se levantaba tarde (mientras dormía no vivía).
Hacía calor, Josefina lloraba, y Pedrín con sólo cuatro años decía mientras jugaba “¿por qué llora la niña? ¿Porque no ha visto a papá José?” Las miradas se cruzaban en un ¡que ocurrencia! Sin contestación, él seguía con su juego. Pedrín no era tan fuerte como Juanito, se cansaba cuando corría sus juegos eran más reposados. Comenzó a estar cada día más cansado, y empezaron unos vómitos que don Pedro no podía controlar.
- Que no tome agua, sólo manzanilla y suero
- Pero si pide agua con desesperación
- Nada, nada, manzanilla o suero
El niño no mejoraba y seguía pidiendo agua.
- Mamita dame una poquita agua
- No hay agua hijo toma manzanilla
- Pide a la Paulina
- Si ella tampoco tiene
- Pide a la chacha Remedios
- Tampoco tiene
- ¡Ay ¡
Con aquel ¡ay! se quedó Ana Pepa. Al día siguiente, (2-6-1945) Pedrín murió. El médico dijo y lo dijo cuando ya era tarde, que había muerto de una insuficiencia coronaria, que le provocó una angina de pecho y finalmente el infarto de miocardio.
“¡Por qué no le daría yo agua con el ansia que la pedía!” repetía sin cesar Ana Pepa.
- Esto lo repetiría toda su vida -
Todo el pueblo fue al entierro y comentaba lo desdichada que era Ana Pepa. En una pequeña caja blanca iba su ángel, para acompañar a su padre para que no estuviese sólo, pensaba ella. Sin hablar y sin lágrimas en los ojos, de tanto como había llorado toda la noche, enterró a aquel niño de tan sólo cuatro años, tan querido por todos. Jerónima y Pepa lo sentían igual que la madre ya que ellas lo habían criado.
Parecía que todo se derrumbaba ante Ana Pepa. “Ellos ya no estaban. Todo desaparecía y sin embargo la vida seguía sin detenerse un instante, sin importar el desconsuelo y la amargura que ella sentía. La vida seguía.
DECÍAN QUE TENDRÍA QUE VOLVER A EMPEZAR
¡VOLVER A EMPEZAR!!!!!!!!!!!!!!!!
Capítulo 11
Ana Pepa siempre se encontraba ensimismada y fuera de la realidad; cuanto había acontecido la dejó sin ánimo para nada. Los niños, la casa y ella misma seguían viviendo con todas las necesidades del ser humano. Pedro era cada vez más mayor y sus manos se iban endureciendo, necesitaban la energía de unos brazos jóvenes para trabajar la tierra, comentaba con su esposa y cuñada. Un padre para estos niños, y un esposo que la saque del hundimiento. Pero como se lo hacían ver, si Ana siempre tenía a José en la mente y en su boca.
Pepa ayudaba con su trabajo en el tras perlo e iba a Bailén a diario andando llevando y trayendo alimentos de primera necesidad. En Bailén Pepa conoció a María Jiménez apodada “La Pincha” e hicieron buena amistad. Un día la encontró muy contenta, ¡su hijo había vuelto!, no dejaba de repetirlo, ¡su hijo había vuelto!. José estaba por fin en casa. Viudo y con un hijo tenía que volver a empezar de nuevo. Su vida no había sido nada fácil...
Ana Pepa siempre se encontraba ensimismada y fuera de la realidad; cuanto había acontecido la dejó sin ánimo para nada. Los niños, la casa y ella misma seguían viviendo con todas las necesidades del ser humano. Pedro era cada vez más mayor y sus manos se iban endureciendo, necesitaban la energía de unos brazos jóvenes para trabajar la tierra, comentaba con su esposa y cuñada. Un padre para estos niños, y un esposo que la saque del hundimiento. Pero como se lo hacían ver, si Ana siempre tenía a José en la mente y en su boca.
Pepa ayudaba con su trabajo en el tras perlo e iba a Bailén a diario andando llevando y trayendo alimentos de primera necesidad. En Bailén Pepa conoció a María Jiménez apodada “La Pincha” e hicieron buena amistad. Un día la encontró muy contenta, ¡su hijo había vuelto!, no dejaba de repetirlo, ¡su hijo había vuelto!. José estaba por fin en casa. Viudo y con un hijo tenía que volver a empezar de nuevo. Su vida no había sido nada fácil...
Cápitulo 12
" EL PINCHE" UN BAILENSE EN BAÑOS DE LA ENCINA
José nació y vivió en Bailen, calle Vista Alegre, desde el 21 de junio de 1913 hasta 1936. Su vida transcurrió con toda normalidad, como la de cualquier joven de su edad; con la poca o mucha diferencia de ser jugador de fútbol ¡y no era nada mediocre…! Le regalaron una bicicleta siendo muy joven, desconozco quien lo hizo, él siempre decía "Me regalaron…" Todo ese empeño por parte de quien se la regaló fue, según él, para que cuando terminase el trabajo en los terreros pudiese llegar con hora de jugar el partido de fútbol. En aquel tiempo fue todo un regalazo.
Tuvo novia, cinco años más joven que él, con la que se casó, una joven de Bailen llamada Carmen Aranda.
18 de Julio de 1936. La radio daba una noticia muy importante: la sublevación de un sector del Ejército contra el gobierno de la IIRepública Española. Esto cambiaría su vida por completo.
El 28 de julio del 1936 nació el primogénito de José, al que también le llamaron con su mismo nombre.
Poco tiempo pudo disfrutar de su paternidad y de su joven esposa, ya que tuvo que luchar en una guerra absurda, familias encontradas y separadas por vivir en una zona u otra del país.
Después de tres años de guerra, y según certificó el Ministerio de Justicia de Asuntos Penitenciarios el 31 de julio de 1991, José ingresó en prisión el 10 de diciembre de1939 condenado a 30 años de cárcel por delito de adhesión a la rebelión. Lo sé gracias a los informes penitenciarios que vinieron desde Madrid y que demandamos para solicitar la indemnización que se concedió a los presos políticos de la Guerra Civil Española SU CONDENA ¡ESTO NO LO ENTENDÍ NUNCA! Yo siempre he creído que quién se rebeló fue, una parte del ejército contra la República… Pero eso no es lo quiero contar hoy, o sí ¡no sé…!
José pasó seis años recluido en distintas prisiones españolas: Jaén, Isla Saltés, Santiago de Compostela y Toledo, en esta última trabajó en la reconstrucción del nuevo Alcázar.
Tengo que decir con gran dolor que fueron presos explotados con trabajos no remunerados. Por cada día de trabajó le conmutaban 3 días de condena. Después de estos años de trabajo y un indulto en 1945 José vuelve a Bailén el 24 de diciembre de 1945 habiendo permanecido ininterrumpidamente privado de libertad seis años, dos meses y catorce días. Con el lastre de su condena, y bajo libertad condicional.
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" EL PINCHE" UN BAILENSE EN BAÑOS DE LA ENCINA
José nació y vivió en Bailen, calle Vista Alegre, desde el 21 de junio de 1913 hasta 1936. Su vida transcurrió con toda normalidad, como la de cualquier joven de su edad; con la poca o mucha diferencia de ser jugador de fútbol ¡y no era nada mediocre…! Le regalaron una bicicleta siendo muy joven, desconozco quien lo hizo, él siempre decía "Me regalaron…" Todo ese empeño por parte de quien se la regaló fue, según él, para que cuando terminase el trabajo en los terreros pudiese llegar con hora de jugar el partido de fútbol. En aquel tiempo fue todo un regalazo.
Tuvo novia, cinco años más joven que él, con la que se casó, una joven de Bailen llamada Carmen Aranda.
18 de Julio de 1936. La radio daba una noticia muy importante: la sublevación de un sector del Ejército contra el gobierno de la IIRepública Española. Esto cambiaría su vida por completo.
El 28 de julio del 1936 nació el primogénito de José, al que también le llamaron con su mismo nombre.
Poco tiempo pudo disfrutar de su paternidad y de su joven esposa, ya que tuvo que luchar en una guerra absurda, familias encontradas y separadas por vivir en una zona u otra del país.
Después de tres años de guerra, y según certificó el Ministerio de Justicia de Asuntos Penitenciarios el 31 de julio de 1991, José ingresó en prisión el 10 de diciembre de1939 condenado a 30 años de cárcel por delito de adhesión a la rebelión. Lo sé gracias a los informes penitenciarios que vinieron desde Madrid y que demandamos para solicitar la indemnización que se concedió a los presos políticos de la Guerra Civil Española SU CONDENA ¡ESTO NO LO ENTENDÍ NUNCA! Yo siempre he creído que quién se rebeló fue, una parte del ejército contra la República… Pero eso no es lo quiero contar hoy, o sí ¡no sé…!
José pasó seis años recluido en distintas prisiones españolas: Jaén, Isla Saltés, Santiago de Compostela y Toledo, en esta última trabajó en la reconstrucción del nuevo Alcázar.
Tengo que decir con gran dolor que fueron presos explotados con trabajos no remunerados. Por cada día de trabajó le conmutaban 3 días de condena. Después de estos años de trabajo y un indulto en 1945 José vuelve a Bailén el 24 de diciembre de 1945 habiendo permanecido ininterrumpidamente privado de libertad seis años, dos meses y catorce días. Con el lastre de su condena, y bajo libertad condicional.
.
A su regreso, y aquí era a donde quería llegar, su esposa y su hijo Rafael no le esperaban en casa; Carmen murió joven, el 22 de diciembre de 1942, habiendo vivido sola la muerte se su hijo pequeño, dejando al mayor con Juana hermana de José.
José nunca dejó de jugar al fútbol, incluso en la cárcel jugaba con jugadores de la calle, contaba que les escuchaba murmurar mientras jugaba "¡Ese es un preso…!" Este deporte lo llevó hasta Baños de la Encina donde conoció y se enamoró de Ana Pepa, una bañusca de tan sólo 28 años, viuda con dos hijos.
José con 32 años se vuelve a casar el 7 del julio 1946 y se marcha a vivir a Baños de la Encina con el deseo de apartar recuerdos y lugares que lo habían hecho feliz en otro tiempo.
Dos vidas rotas que intentan recomponer su historia. Para Ana Pepa era fácil no equivocarse de nombre al llamarlo, José no podía confundirse, pero José... si ocurría los dos sonreían ya que sabían lo que sentía el otro. No era un papel que se rompe y se escribe otro, su vida estaba ya a medio escribir. Volvían a empezar.
José hombre con un alma que clamaba libertad en todos los sentidos, decide ser su propio patrón, arrendando tierras y trabajando por cuenta propia se convierte en hortelano que más produce en Baños, vendiendo sus hortalizas en Baños y Bailen, con ayuda de todos sus hijos, cuatro de ellos nacidos de este segundo matrimonio María, Pedro, Carmen y Ana Florencia (Esta que escribe). Juanito y Josefina seguían viviendo con Jerónima y Pedro.
A mi padre lo recuerdo en la siega con su sombrero de paja, luego a la era a las tres de la tarde. En la memoria cómo me invitaba a subir al trillo, cosa que me encantaba, dábamos vueltas y vueltas, él pensativo en sus cosas, yo una niña ruidosa que subía y bajaba del trillo, " Al atardecer ablentaban separaando el trigo de la paja y yo, yo quedaba embobada
Mil historias podría contar: Cómo le gustaban los animales, en especial los caballos, lo bromista que era, su fuerte temperamento … muchas anécdotas me contó sobre sus vivencias en Bailén. ÉL siempre recordó sus paseos por la Calle Real, donde pretendió a su primera esposa. Me describía a la confitera, como flirteaba con él regalándole merengues y sonrisas para conquistarlo. Pero su Carmen le parecía a él, el mejor de los dulces.
Nunca consiguió pronunciar el número quince, mi madre sonreía ya que era en lo único que se le notaba que era de Bailén, en su “quinseeeeeeee”.
Este era mi padre, vivió tantos años fuera de su pueblo que quizás fue más bañusco a lo largo de los años; pero en el corazón era bailenense, pero un bailenense que hizo que cada vez que escuche el nombre de Bailén yo diga con orgullo "DE ALLÍ ERA MI PADRE"
19 de julio de 1990 murió José “EL pinche” siendo enterrado en Baños de la Encina ya que se sentía bañusco. Sirva este escrito de homenaje al hombre que me dio la vida.
En los dos últimos años de su vida, me narró lo que podría ser el relato titulado “José” Las atrocidades de la guerra, y de los años en la cárcel. Dantesco era escuchar aquellos relatos que algún día espero atreverme a narrar. Él quiso que conociera lo que ocurrió y que tuviese memoria histórica, algo que nunca había contado, era mejor olvidar, pero por qué callar lo que ocurrió. Muchas horas donde él hablaba y yo escuchaba, le conocí y comprendí tantas cosas… creo que intento desnudar su alma angustiada y silenciada durante muchos años, una pesadilla que nunca pudo borrar y que murió con él.
En Baños hay hoy gente que desconoce que José "El Pinche" era bailense ó bailenero; un orgullo para él.
Ana Pepa quedaba sola nuevamente, y aún le estaba esperando un acontecimiento espeluznante.
Capitulo 13
Ana Pepa no tuvo una vida fácil, igual que otras muchas personas, lo comentaba, no lo lamentaba. Alguna vez comenté con ella que podía haberse ahorrado muchos sufrimientos si no se hubiese casado por segunda vez. Ella con voz serena y convincente dijo “No existiríais vosotros MERECIÓ LA PENA”
Los últimos diez años de su vida, después de sufrir la embolia qué la dejó apresada en esta vida, no pudo decir nada, fueron años de silencio, unos años en los que no conocimos sus pensamientos, sólo ella y Dios los conocen.
Madre de seis hijos, mujer trabajadora en su tiempo, abuela perfecta.
Si en su primer matrimonio hubo momentos malos no los mencionó jamás, del segundo, (YA VIUDA) decía echarlo mucho de menos. No guardó rencor alguno en su corazón para nadie. GRACIAS POR HABER EXISTIDO
Pasé de largo en mi relato todos los momentos vividos con mi padre, puede que algún día, no sé; pero de momento sólo terminaré evocando UNA NOCHE DE TORMENTA el comienzo de todo mi relato.
NOCHE DE TORMENTA
(5–3–1918) Llovía a cantaros, era una noche de tormenta, el viento silbaba engreído y la lluvia bailaba al compás de su música. Pedro no podía dormir “lleva cinco días sin parar de llover, mañana tampoco se podrá ir al campo ¡demasiada agua!”
Jerónima, su mujer, comenzó a sentirse mal, “creo que estoy de parto” ¡La noche se presentaba agitadita!
Vistiéndose aceleradamente, Pedro avivó el fuego y se dirigió a su mujer “iré a buscar a tu hermana, y a Isabelica; no te asustes mujer”. No era su primer hijo, hacía siete años que les nació un varón, que muy pequeño murió, Jerónima aún lloraba por él. Cuando salió a la calle, Pedro se santiguó pidiendo beneplácito al cielo. El agua azotaba su cara con tal fuerza que apenas podía ver por donde iba. Llegando a casa de su cuñada apenas podía respirar. “Pepa tu hermana” (gritó angustiado, sin siquiera llamar a la puerta).Lo más insólito, fue ver como la mujer lo había escuchado.”Dios mío, Dios mío” se sintió gritar desde dentro, “¡Marcos mi hermana, ya, ya!”
Pepa fue corriendo, seguida de Marcos (su marido) hasta la casa de su hermana. Mientras tanto Pedro buscaba a “Isabelica la partera” (sin estudios previos, la mujer ayudaba a parir a las mujeres del pueblo).
Pepa, lloraba en el interminable recorrido. Recordaba la muerte del pequeño. Ella no tenía hijos, Dios no se los había dado, había tenido dos abortos, y un hijo le murió al nacer. “Dios lo quiera y la Virgen Santísima” repetía Pepa sin cesar. Sus lágrimas eran arrastradas por la lluvia, pero no pasaron inadvertidas para su marido.
Llegaron a la casa todos calados por la lluvia. El agua corría por la calle como si fuese un río, -”no he vito esto en mi vida”- decía la partera.
Al entrar a la casa notaron un olor embriagador de leche caliente. Jerónima lo tenía todo preparado: leche y un buen fuego (para que se aliviaran del frío), agua caliente, la caldera de las matanzas llena y trapos en cantidad (blanquísimos y perfectamente doblados).Tranquilizo a su hermana y a su marido y se sentó.
- Ya he roto aguas Isabelica ¡los dolores son muy seguidos! – dijo Jerónima
- Tienes que acostarte ¡que valor! Nosotros nos ocuparemos de ti, acuéstate ya.
- No quiero que Pedro se inquiete ¡ya sabes…!
- Jerónima, preocúpate de ti y olvídalo todo hija. ¡Qué noche ha escogido la criatura para nacer!
- Qué vaya Pedro a buscar a su madre ¡que se enfada y para que!
Pedro dijo que ya no salía más de la casa, estaban los suficientes para atenderla,
(Ana, la madre de Pedro, era muy mayor para salir con esa noche apocalíptica)
Las mujeres entraron en el cuarto, en el centro del dormitorio había: una cama dorada que brillaba como si fuese de oro, cubierta por una colcha de seda roja; una cómoda con cinco cajones enormes, dos entreabiertos con lo necesario para la ocasión, sus tiradores eran dorados, terminando la cómoda una piedra de mármol blanco; encima de ésta un bello y antiquísimo espejo con el marco de madera, tallado y con unas flores pintadas a mano. El palanganero estaba en un rincón con agua, jabón, y una toalla de tela blanca. En la mesilla de noche había un lindo quinqué que perteneció a su abuela. A través de las cortinas con cenefas de flores beige y rojas se veía la lluvia tan intensa que no cesaba. Los hombres se quedaron en la cocina junto a la chimenea, envolviendo un cigarrillo en silencio. Recordaban infortunios anteriores, pero preferían no hablar de ello. Pepa iba y venía a la cocina, por agua caliente, los hombres preguntaban “¿Cómo va la cosa?” y mientras iba caminando contestaba “bien pero lentamente”. Jerónima mordía un paño con fuerza, (no quería que su marido la sintiera gemir). Transcurrieron dos horas. Se escuchó un grito y seguidamente el lloro de un niño. No salía nadie, ¡que pasaría! Enseguida salió la partera, mujer de complexión fuerte, con una gran sonrisa, “ha sido niña, ¡preciosa Pedro preciosa!”. Pedro comenzó a llorar, como un niño pequeño, abrazándose a Marcos, éste le dijo: “ya tenemos una taza de caldo asegurado Pedro”. -Una niña velaría por ellos cuando fuesen mayores-
Pepa estaba ilusionadísima de pensar que había un bebé en casa. Le mostraron ya lavada y arreglada la niña a la madre. Era de piel morena, ojos verdes, boca pequeña, una nariz preciosa, cuantioso pelo, se la veía sana que era lo primordial. La madre la cogió en sus brazos y la abrazó contra su pecho, e hizo una petición y un ofrecimiento a la Virgen del Carmen, “Dale larga vida y yo Madre mía llevaré siempre tu hábito puesto”.
- ¿Cómo se llamará la nena? - Pregunto la partera -
- Ana, como su abuela paterna, ¡claro está! – Dijo la madre -
- Y Josefa, como la comadre, que voy a ser yo
Dijo Pepa, que sería su madrina de Bautismo
ANA PEPA, para todos.
Ana Pepa no tuvo una vida fácil, igual que otras muchas personas, lo comentaba, no lo lamentaba. Alguna vez comenté con ella que podía haberse ahorrado muchos sufrimientos si no se hubiese casado por segunda vez. Ella con voz serena y convincente dijo “No existiríais vosotros MERECIÓ LA PENA”
Los últimos diez años de su vida, después de sufrir la embolia qué la dejó apresada en esta vida, no pudo decir nada, fueron años de silencio, unos años en los que no conocimos sus pensamientos, sólo ella y Dios los conocen.
Madre de seis hijos, mujer trabajadora en su tiempo, abuela perfecta.
Si en su primer matrimonio hubo momentos malos no los mencionó jamás, del segundo, (YA VIUDA) decía echarlo mucho de menos. No guardó rencor alguno en su corazón para nadie. GRACIAS POR HABER EXISTIDO
Pasé de largo en mi relato todos los momentos vividos con mi padre, puede que algún día, no sé; pero de momento sólo terminaré evocando UNA NOCHE DE TORMENTA el comienzo de todo mi relato.
NOCHE DE TORMENTA
(5–3–1918) Llovía a cantaros, era una noche de tormenta, el viento silbaba engreído y la lluvia bailaba al compás de su música. Pedro no podía dormir “lleva cinco días sin parar de llover, mañana tampoco se podrá ir al campo ¡demasiada agua!”
Jerónima, su mujer, comenzó a sentirse mal, “creo que estoy de parto” ¡La noche se presentaba agitadita!
Vistiéndose aceleradamente, Pedro avivó el fuego y se dirigió a su mujer “iré a buscar a tu hermana, y a Isabelica; no te asustes mujer”. No era su primer hijo, hacía siete años que les nació un varón, que muy pequeño murió, Jerónima aún lloraba por él. Cuando salió a la calle, Pedro se santiguó pidiendo beneplácito al cielo. El agua azotaba su cara con tal fuerza que apenas podía ver por donde iba. Llegando a casa de su cuñada apenas podía respirar. “Pepa tu hermana” (gritó angustiado, sin siquiera llamar a la puerta).Lo más insólito, fue ver como la mujer lo había escuchado.”Dios mío, Dios mío” se sintió gritar desde dentro, “¡Marcos mi hermana, ya, ya!”
Pepa fue corriendo, seguida de Marcos (su marido) hasta la casa de su hermana. Mientras tanto Pedro buscaba a “Isabelica la partera” (sin estudios previos, la mujer ayudaba a parir a las mujeres del pueblo).
Pepa, lloraba en el interminable recorrido. Recordaba la muerte del pequeño. Ella no tenía hijos, Dios no se los había dado, había tenido dos abortos, y un hijo le murió al nacer. “Dios lo quiera y la Virgen Santísima” repetía Pepa sin cesar. Sus lágrimas eran arrastradas por la lluvia, pero no pasaron inadvertidas para su marido.
Llegaron a la casa todos calados por la lluvia. El agua corría por la calle como si fuese un río, -”no he vito esto en mi vida”- decía la partera.
Al entrar a la casa notaron un olor embriagador de leche caliente. Jerónima lo tenía todo preparado: leche y un buen fuego (para que se aliviaran del frío), agua caliente, la caldera de las matanzas llena y trapos en cantidad (blanquísimos y perfectamente doblados).Tranquilizo a su hermana y a su marido y se sentó.
- Ya he roto aguas Isabelica ¡los dolores son muy seguidos! – dijo Jerónima
- Tienes que acostarte ¡que valor! Nosotros nos ocuparemos de ti, acuéstate ya.
- No quiero que Pedro se inquiete ¡ya sabes…!
- Jerónima, preocúpate de ti y olvídalo todo hija. ¡Qué noche ha escogido la criatura para nacer!
- Qué vaya Pedro a buscar a su madre ¡que se enfada y para que!
Pedro dijo que ya no salía más de la casa, estaban los suficientes para atenderla,
(Ana, la madre de Pedro, era muy mayor para salir con esa noche apocalíptica)
Las mujeres entraron en el cuarto, en el centro del dormitorio había: una cama dorada que brillaba como si fuese de oro, cubierta por una colcha de seda roja; una cómoda con cinco cajones enormes, dos entreabiertos con lo necesario para la ocasión, sus tiradores eran dorados, terminando la cómoda una piedra de mármol blanco; encima de ésta un bello y antiquísimo espejo con el marco de madera, tallado y con unas flores pintadas a mano. El palanganero estaba en un rincón con agua, jabón, y una toalla de tela blanca. En la mesilla de noche había un lindo quinqué que perteneció a su abuela. A través de las cortinas con cenefas de flores beige y rojas se veía la lluvia tan intensa que no cesaba. Los hombres se quedaron en la cocina junto a la chimenea, envolviendo un cigarrillo en silencio. Recordaban infortunios anteriores, pero preferían no hablar de ello. Pepa iba y venía a la cocina, por agua caliente, los hombres preguntaban “¿Cómo va la cosa?” y mientras iba caminando contestaba “bien pero lentamente”. Jerónima mordía un paño con fuerza, (no quería que su marido la sintiera gemir). Transcurrieron dos horas. Se escuchó un grito y seguidamente el lloro de un niño. No salía nadie, ¡que pasaría! Enseguida salió la partera, mujer de complexión fuerte, con una gran sonrisa, “ha sido niña, ¡preciosa Pedro preciosa!”. Pedro comenzó a llorar, como un niño pequeño, abrazándose a Marcos, éste le dijo: “ya tenemos una taza de caldo asegurado Pedro”. -Una niña velaría por ellos cuando fuesen mayores-
Pepa estaba ilusionadísima de pensar que había un bebé en casa. Le mostraron ya lavada y arreglada la niña a la madre. Era de piel morena, ojos verdes, boca pequeña, una nariz preciosa, cuantioso pelo, se la veía sana que era lo primordial. La madre la cogió en sus brazos y la abrazó contra su pecho, e hizo una petición y un ofrecimiento a la Virgen del Carmen, “Dale larga vida y yo Madre mía llevaré siempre tu hábito puesto”.
- ¿Cómo se llamará la nena? - Pregunto la partera -
- Ana, como su abuela paterna, ¡claro está! – Dijo la madre -
- Y Josefa, como la comadre, que voy a ser yo
Dijo Pepa, que sería su madrina de Bautismo
ANA PEPA, para todos.
7 comentarios:
Muy bonito todo seguido y las fotos muy bien elegidas.
Gracias Ani por poner a nuestro alcance la historia de tu madre.
Ana estoy pensado que este Jose Moreno Galan prodria ser familia
de mi bisabuela Ana M. alcala Galan. Q te parece?un saludo
Desde el principio hasta el final me ha enganchado tu relato, por cieto muy bien relatado y ademas te honra, un abrazo .
Gracias, Ester en Baños al final seremos todos familia, pero no se decirte. Un abrazo Santiago y otro grande para Emilia.
La verdad es que cada día me gusta más leerte, aunque esta vez me has hecho soltar alguna que otra lagrimilla y sufrir por todo lo que iba imaginando que llegaron a pasar las criaturasde aquella época, como por ejemplo Ana Pepa, una mujer que debió ser todo corazón y fuerza.
De tu madre estoy seguro que has heredado mucho, sobre todo ese gran corazón y esa fuerza que se va recibiendo de nuestros padres. Y como no, estoy seguro que serás una gran madre y esposa como lo fue tu madre.
Enhorabuena por el maravilloso relato que nos ha metido a muchos de lleno en la vida de tan gran mujer, de Ana Pepa.
Un cordial saludo.
Me llena de satisfacción tu comentario, aunque sea ánonimo y no tenga a quien imaginar, pero es lo bueno de los comentarios, que son libres y en la intimidad uno dice lo que siente. De mi madre la herencia su genética, y un cachito de su alma tan grande quedó en mí. Te voy a contar un secreto. Cuando escribía no era yo quien lo hacía, como en un trance, eran sus pensamientos los que mis dedos iban plasmando. He llorado a la vez que escribía, su dolor me traspasaba y ella seguía con el relato. No, no estoy loca, bueno un poco sí. Ella siempre está en mí, porque yo soy parte de ella. La crisis no existía para ella, de un trozo de tela forjaba el más bello vestido de fiesta, de un collar formaba un impresionante broche, de poco un menú estupendo, era fantástica y empatizaba con los jóvenes, pensaba como joven, abierta y libre. Siempre encontraba algo hermoso en la persona o cosa. Ana Pepa creo que sólo puede haber una aunque yo por supuesto intento imitarla en cuanto puedo. Gracias por llamarla gran mujer pues lo era, bueno lo es ya qué seguro que donde esté, estará organizando y ayudando. GRACIAS
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