Llegamos por la tarde al cortijo. La burra se paraba plácidamente a comer hierba donde más le apetecía, nosotras no la increpábamos para nada y casi nos anochece.
Hoy me pregunto como nuestros padres nos dejaron hacer tal cosa, eso sí cuando llegamos al cortijo nuestra simulada libertad tenía todas las garantías de vigilancia de unos padres.
Nos alojamos en las dependencias que existían en el cortijo para los trabajadores cordobeses que venían en la temporada de aceituna. Un salón enorme con chimenea donde prepararíamos de cena las típicas Gachas. La madre de Migueli, nos dio las instrucciones a seguir para hacerlas, freímos los tostones sin que se quemasen eso era importante, luego había que tostar la harina pusimos mucha cantidad y por poco estamos echando agua para desarmarlas, claro que luego de azúcar y anís hubo que poner un montón, se quedaron faltas de aceite y llenas de grumos. Creo que no he comido unas gachas tan malas en mi vida. Nos reíamos y decíamos pues no están tan malas... pero la verdad es que eran repugnantes, nada que ver con las que siempre nos hizo la madre de Mari cuando éramos pequeñitas, ella nos hacía las gachas en la lumbre en la cocina del patio de su casa, todas mirábamos mientras las hacía, cenábamos juntas y luego íbamos a tapar las cerraduras de las puertas ¡esas sí eran unas gachas ricas! no las que cocinamos nosotras esa noche.
Aquella noche dormimos poco hablando de amores... fumando algún cigarro compartido por todas dando la vuelta en circulo lleno de jovialidad.
“Las visitas” siempre existieron, Antonio, hoy mi marido, estaba de Santos con sus amigos por las casas del pantano. A TRONCHA JARA (o sea en el coche de san Fernando, unos ratos a pie y otros andando) fue hasta donde estábamos nosotras para verme ya que por el día nos fuimos a las olivas de detrás del cortijo para mayor libertad como fumar algún cigarro… eso si acompañadas de la hermana de Migueli que estaba encantada de estar con nosotras y que nos guardaría el secreto. Antonio me tiraba los tejos por entonces (lo de tirar el tejo ya lo contaré otro día) Hicimos un arroz que nos salió bastante aceptable.
Fueron unos Santos estupendos, risas, bromas, empezábamos a vivir. Nunca puede ser malo divertirse eso debieron pensar nuestros padres que aun preocupándose por nosotras nos dejaron una poca “rienda suelta” (libertad).
Volvimos por la tarde con nuestra burra a Baños, muertas de cansancio, nos duchamos y nos fuimos “Al baile del Francés” (la discoteca de entonces) que de discoteca tenía poco pero allí bailamos y nos enamoramos, las personas de mi época recordamos con verdadero cariño aquel lugar EL FRANCÉS
Ahora los jóvenes tienen bastante más libertad claro está, cada generación es diferente y debemos aceptarlo, así que recordemos nuestras vivencias y comprendamos un poco a nuestros hijos estos días, no digo que seamos permisivos, sólo comprensivos…
3 comentarios:
Muy bonita la crónica, muy interesantes las fotos, y muy jóvenes todos.
Gracias
Yo tambien soy de aquella época y me ha dado una gran nostalgia.
muy buenos aquellos tiempos pero ahora como MADRE que soi no lo veo igual meda mucho miedo de la fiesta de los santos que DIOS los proteja atodos y se sepan diverti como lo aciamos nosotras un abrazo BUENA AMIGA
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