jueves, 23 de agosto de 2012

Ama y reina


Los días en verano son largos, dan para mucho. Muchos quehaceres para un ama de casa, mucho tiempo para pensar, y reflexionar.
Qué palabra tan buena, AMA DE CASA; Ama y dueña de su tiempo, con toda soberanía dice esto hoy, esto otro día, sin jefes ni horas. Bueno todas las horas que quieras trabajar o servicios mínimos tu decides. Pero nuestras madres sin darse cuenta nos mal educaron, sí , tenemos que desaprender muchas cosas, todo no tiene por qué estar permanentemente prefecto, se pueden dejar cosas para otro día y no pasa nada.  Es necesario tener más tiempo para nuestras propias cosas, la verdad es que con la edad reivindicas cada vez más tu tiempo, quieres ser mas tú y menos  “ama de nada” con ironía piensas ama de qué…. Pero en realidad sí que eres ama de todo, y como tal responsable y eso te hace a la vez ser esclava, de tu reino, de tus súbditos. Pero aunque alguna vez me enfade con mi precursora  por educarme en ser ante todo madre y esposa, otras veces sonrió y me digo engañándome a mí misma, ¡qué harían sin mí!!!!!!!!! Jolín, lo harán todo, mira que eres ilusa Ana, pero quizás siempre se acuerden de que todo como por arte de magia estaba en su sitio y a su hora. Sabes nunca me di cuenta que todo lo estaba, que trabajabas fuera y dentro de casa, que nunca te cansabas ni protestabas por el trabajo, sólo alguna vez dijiste, “deja ya lo hago yo que ya te llegará tu San Martín”  Qué era eso del San Martin??????? Ahora sé que este Santo  era ocupar tu lugar, coger el relevo. Bueno Madre eso qué ya me llegó el San Martín. Pero soy el AMA ehhhhhhhh de toda la casa, pero de toda, toda, toda. Con un poquito de ironía pero reina y ama soy.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Quizá el mayor sufrimiento para una reina sea sentirse destronada. Recuerdo que el efecto más dramático de la enfermedad de mi madre no fue tanto su postración en el olvido como la sensación, que imagino insoportable, de asistir con impotencia al desmoronamiento de su reino, de ver cómo declinaba el orden maniático que ella había implantado, a fuerza de tesón y de trabajo, en su propia casa. Recuerdo que todo cuanto hacían mis hermanas, que acabaron por suplirla en sus quehaceres, le parecía negligente y desastrado, y sospecho que ese juicio tenía menos que ver con el esfuerzo que les reconocía que con la angustia que le provocaba tener que dimitir de sus trajines. Supongo, y temo, que no será fácil ni agradable delegar en otros lo que siempre hemos consideramos una competencia intransferible, y por eso disculpo las "rabietas" de quienes han sufrido la experiencia de verse relegados. Interesante reflexión la tuya.

Ana Ortiz Rodríguez dijo...

Un comentario muyyyyyy profundo. Cuando por la fatalidad dejas de ser hija y se invierten los papeles en esta nuestra vida, siendo tú la madre de tú madre... Tiempos duros, luego ellas quedan en tus manos, en tus gestos, en tus platos; porque al final consiguen que su perfección sea la tuya y dices así le gustaba a ella aun sabiendo que nunca será tan perfecto como ELLA lo hacía. Y esa reina se reencarna por los siglos de los siglos AMÉN
Gracias por tu comentario