jueves, 26 de mayo de 2011

Baños de la Encina. Los paisajes nunca duermen. “María”

En este pueblo los paisajes nunca duermen, quizás duerman quienes vivieron en ellos. Distintas historias no contadas en libro alguno permanecen adheridas a sus paredes de piedra, a los bellos paisajes de La Muy Ilustre y Mariana Villa de Baños de la Encina, siempre despierta y viva. CIMG0742

Baños de la Encina es una villa señorial, milenaria, cuyas casas solariegas han visto nacer personajes ilustres. Pero de ellos no vamos a hablar hoy. Han nacido muchos bañuscos de los que jamás se escribió, ya que no hicieron nada extraordinario, sólo vivieron cotidianamente. El pueblo, su gente es la que forja la historia nunca narrada; alegrías, penas y derrotas de las cuales se podrían escribir muchas historias como la de María.

Esta historia no es ficción, es un relato real, María siempre pensó que su vida era una novela más, nunca escrita, cada existencia podía ser una de ellas. La radio distraía la mente de muchas mujeres que dejaban entre renglones su propia novela.

1962__Aerea_Sur_Norte

MARÍA

BAÑOS DE LA ENCINA, 1936 ESTALLIDO DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

18 -7 – 1936 La radio daba una noticia muy importante: la sublevación de un sector del Ejército contra el gobierno de la II República española.

- ¡Hemos ganado las elecciones y ahora vienen con estas! -señaló José un tanto resentido. Éste estaba de visita en casa de María, su novia, Pedro comentaba no importarle demasiado quien estuviese al mando en el gobierno, pero esto iba a llevar A un gran conflicto; él era apolítico y no tenía edad de luchar contra nadie, pero así empezaban las guerras

-¡No digas eso padre!- Replicó María disgustada por las palabras tan duras de su padre. Pronto pudo comprobarse que el plan conspirador, había fracasado y todo aquello se convertiría en una guerra larga y cruel de tres años.

Aparecieron banderas de color rojo, pañuelos del mismo color, los hombres discutían sobre lo que había que hacer. Se decía que el pueblo era el dueño de la situación, que ya era segura la victoria. Mientras escuchaba la joven María, de 18 años, se le antojaba que pronto sería fácil alcanzar aquel mundo nuevo, aquel paraíso terrenal del que tan a menudo le hablara su novio. No era sólo ella, joven inexperta, quien así pensaba; Eran también los hombres, los militantes de la UGT que tanto habían luchado. José estaba dispuesto a luchar si hacía falta, e hizo muchísima falta, él y todos los jóvenes tendrían que luchar en distintos bandos, españoles contra españoles, ¡Qué locura! Pueblos enfrentados, vecinos, incluso familias. España entera pagaría muy caro la locura de los que no dejaron que hablaran las urnas si no las armas y la imposición.

José y su hermano Lorenzo fueron llamados para ir al frente, entonces María comprendió que aquello era la guerra.

La despedida de José y María entre besos y lágrimas, fue lo más amargo que habían vivido es sus cortas vidas. Ese día empezaría María a conocer lo que era el sufrimiento, él sería su compañero mucho tiempo.Recibía cartas que la tranquilizaban un poco, José no tenía que luchar ya que estaba en la oficina del capitán, era el ayudante de éste. Las mujeres del pueblo iban de vez en cuando a ver a sus maridos ya que en Villanueva de Córdoba, en la retaguardia, no había peligro. José le pedía que fuese ella también en una de sus cartas, donde le mandaba una fotografía vestido de uniforme, con una dedicatoria:

En prueba del cariño que te tiene tu nene

María suplicó a su padre que la dejase ir con las demás mujeres, Pedro nunca le negó nada a su hija pero eso estaba fuera de sus principios -¡Sola con él, cuando Dios os bendiga!

María lloraba amargamente, estaba decidida a ir aun pagando el precio de perder a su padre, ya que éste no aceptaría que volviera a casa después de ir a ver a José.

María lo tuvo muy claro, Fue a verle, se alojó en casa de una familia cordobesa con la que José había hecho gran amistad (en casa de Joaquina Marañón) allí pasaría largas temporadas, fue su segunda hogar.

Jamás le pesaría haber tomado aquella decisión.

Un amor tan colosal no se puede describir, hay que vivirlo, le dijo a su tía Pepa, con la que se fue a vivir en Baños, ya que en su casa no era bien recibida. Fue a ver a José siempre que la situación lo permitía, y a pesar de las circunstancias tan adversas aquellos días fueron inmensamente felices.

Todo terminó el 1 de abril de 1939 con la victoria de los rebeldes. El triunfo de éstos permitió la instauración de un régimen dictatorial encabezado por el general Francisco Franco, principal dirigente militar y político de los sublevados, que sustituyó al sistema parlamentario republicano.

Se calcula que durante la guerra civil murieron cuatrocientas mil personas a las que hay que añadir la escalofriante cifra de otros doscientos mil que fueron ejecutados de mil diversos modos por los vencedores después de su victoria, más los exiliados y los que fueron encarcelados.

José regresó del frente muy escuálido, no se encontraba bien por un golpe que había recibido en el pecho. Lorenzo, su hermano, no regresó; Esto y el cambio de moneda dejó a la familia destrozada

195409~1 José y María se casaron como lo mandaba la Santa Madre Iglesia y Pedro pudo aceptar la vuelta de su hija como su marido. La posguerra sería muy dura, el pueblo pasó hambre, pero a ellos no les faltó de nada, gracias a las tierras que Pedro poseía y al trabajo de los dos hombres. La felicidad parecía alcanzada plenamente.

1 - 2 – 1940 Nació el primer hijo de José y María, un varón hermosísimo al que pondrían por nombre Juan, sus ojos grandes, negros, igual de guapo que su padre, dijo Jerónima la abuela materna. El parto fue muy rápido, no parecía primeriza dijo el médico. Al contrario de lo que su madre pensaba María ya no era una niña sino una mujer muy fuerte.

Serían unos años muy felices en sus vidas.

26 - 5 - 1941 Nace su segundo hijo, Pedro, le llamarían Pedrín. En nada se parecía a su hermano, era rubio con ojos azules “¡hay que ver que hijos tan guapos tiene la María!” decían las vecinas. Todo parecía ir muy bien, todo llevaba su curso natural, nada había de extraordinario y eso era lo mejor que todo fuese normal.

Capítulo 2º

TIEMPOS DIFICILES

Enero de 1942. Estando José trabajando en el campo le sorprendió una tormenta, el día parecía de mañana soleado, no llevaba ropa adecuada y tuvo que volver a Baños a toda prisa. Los relámpagos eran repetidos y el aguacero casi no le dejaba ver el camino; las bestias eran las que por su intuición seguían sin haber sendero alguno ya que todo era charcos de agua . José llegó a casa de Pedro, su suegro, para dejar las mulas en la cuadra ya que donde ellos vivían, la calle la Cruz, no había sitio para los animales. Las mulas llegaron mojadas, José empapado y muerto de frío, (les había cogido lejos de Baños y el aire calaba hasta los mismos huesos) Quitó el aparejo a las mulas, las secó un poco y les puso grano y agua. Mientras tanto llegó Jerónima, ésta venía de ver a sus nietos, cuando le vio dando tiritones se echó las manos a la cabeza. -¡Hijo ya las hubiese apañado yo! Vas a coger una pulmonía, vete y te secas ¡menuda lumbre hay en tu casa! 1955__Iglesia_y_tejados_desde_castillo

Bajando calle abajo sintió un tremendo escalofrío, como si el mismo demonio recorriese su cuerpo. Al llegar a casa sin saber por qué sintió miedo

- Nena que mal vengo, me parecía que no llegaba y que ya nos os vería más, notaba como la vida salía de mi cuerpo.

María le abrazo -¡Dios mío si vienes temblando! – Le ayudó a quitarse la camisa, ésta parecía no querer despegarse del cuerpo de José, junto al fuego le vistió con ropa seca ya que él no se podía mover, estaba casi paralizado, completamente helado. María a toda prisa preparó un tazón de leche bien caliente y se lo acercó con ternura. José bebió despacio dejando que el tazón calentase sus manos; Por dentro el cuerpo recibió el calor con agrado. Los dos pequeños miraban en silencio sin corretear de un lado a otro como solían hacer , cuando su padre les miró ellos fueron corriendo a abrazarlo. Él los estrecho con fuerza como si hiciese años que no los hubiese visto, también con gran ternura. Aquello dejó a María una imagen entrañable en sus recuerdos (los tres en un abrazo).

José cogió un gran resfriado. D. Pedro, el médico, lo visitó todos los días. Tenía mucha fiebre, e incluso deliraba. Mejoró, pero aquel dolor del pecho que acarreó de la guerra y que alguna vez le había molestado no desaparecía y se hizo permanente, también la tos. María preocupada fue a hablar con el médico en privado sin estar al tanto José.

- D. Pedro, no me gusta la tos que tiene José –María estaba realmente preocupada

- María, a mí tampoco me gusta, obsérvalo y sobre todo mira el esputo, que este limpio

- ¿Por qué? ¡No pensara…! –dijo María angustiada

- De la guerra ha venido mucha tuberculosis, ¡no vaya a ser qué…! -Murmuró el médico

- Pero si él está bien alimentado, sólo ha sido el resfriado

- Déjame que te explique hija, el bacilo puede permanecer latente en el organismo durante un largo periodo, hasta que una disminución de las defensas le da la oportunidad de multiplicarse y producir los síntomas de la enfermedad, y este puede ser el caso.

- Dios no lo querrá ¡a mi José no! –María movía la cabeza con insistencia - María, ¡qué en esto nada tiene que ver Dios! Entiéndelo

María marchó, convenciéndose así misma que sólo sería un resfriado. José no mejoró, empezaron nuevos síntomas, fiebre, fatiga, sudoración nocturna, pérdida de apetito y pérdida de peso. Un día en un golpe de tos, José tuvo un esputo con sangre.

- ¡Nena, corre mira es sangre! - José estaba aterrado

- Eso es que te has hecho daño en la garganta, no te asustes – dijo María sin darle la menor importancia ante los ojos aturdidos de José.

El diagnóstico de la enfermedad se realiza mediante el aislamiento de bacilos tuberculosos en el esputo, tendrás que llevarlo a analizar a Bailén, dijo D. Pedro.

Muy temprano, casi de noche, María acompañada por Pepa que no sabía cómo calmar la angustia de su sobrina se marcharon a Bailén, caminando, para que les hiciesen el análisis que dijo el médico. Regresaron por la tarde con los resultados. Cuando D. Pedro los examinó dijo:

¡Tuberculosis!, producida por el bacilo Mycobacterium tuberculosis

María nunca olvidaría esas palabras. Se estaba estudiando mucho sobre la enfermedad pero no había muchos progresos. José no podía trabajar, los análisis, las visitas del médico y las inyecciones de NEUMOTORAS eran muy caras ¡Había que pagar! María tuvo que vender las rosetas de oro y cuanto tenía de valor, sin saberlo José. A los pequeños se los llevó Jerónima a su casa para evitar un posible contagio, así lo aconsejó el médico. Lo primero que dijo José fue “Los nenes que no se acerquen a besarme, me los pones cuando vengan a verme a los pies de la cama subidos en una silla, para que yo los pueda ver bien; en los barrotes pon una toalla nueva que yo no use por si ponen las manos, tú, pon mis cosas aparte de las tuyas”. José conocía sobradamente la enfermedad y la facilidad de contagio, muchos murieron en la guerra de tuberculosis. A veces quedaba pensativo, permanecía en silencio un buen rato, no decía lo que pensaba, era muy reservado, pero el humor le cambiaba bruscamente. Su familia, no lo visitaba con demasiada frecuencia

-¡Se creen que se van a llevar pegado en los pies el mal! intuyo que no respiran para no contagiarse, ¡bueno como están un segundo no se ahogan! -Comentaba José con María. Ésta entendía el miedo al contagio de los demás y le quitaba importancia –Vienen cansados del campo y tu hermana tiene una casa de gente, tiene mucho cargo hombre no seas así.

Hay que llevarlo al sanatorio de Jaén allí se puede curar, pero hace falta mucho dinero para ir allí, dijo el médico. Pedro (padre de María) vendió un olivar que poseían en “La Cuesta Los Santos” lo pagaron bien y María y José se partieron hasta El Neveral. El sanatorio estaba justo al lado del Castillo de Santa Catalina especializado en ese padecimiento. Un hotel de lujo parecía, paseaban por los jardines, el aire era siempre fresco y puro, rodeados de un gran pinar, buenos alimentos y mucha tranquilidad. Le pusieron unas inyecciones que las llamaban de oro por su precio, éste era el mejor hospital.

Tantas horas compartidas aumentó su amor, sólo la separación de los pequeños ensombrecía su felicidad, o eso pretendía hacerle ver María a su marido, escondiendo el miedo que ella sentía a que él no pudiese superar esa maldita enfermedad. Aquella mujer, hija única y mimada se hizo roca para darle ánimo y esperanza al hombre que tanto amaba.

1944 José mejoró, el esfuerzo económico había merecido la pena. Regresaron del sanatorio a Baños. Juanito y Pedrín permanecieron con Pedro y Jerónima para más seguridad. José comenzó hacer vida normal, tan normal que María quedó embarazada. Jerónima se disgustó ¿Y si la niña, como deseaban ellos, nacía con la enfermedad?

-Si es nena le ponemos ESTRELLA -dijo José muy animado. Él se encontraba bastante bien. Joaquina Marañón y su hija vinieron a visitarlos desde Villanueva de Córdoba, trajeron regalos: ropa para los pequeños, unas camisas para José y una blusa de seda para María, sólo se quedaron unos días, José quedó en devolverles la visita cuando naciera la criatura que les venía de camino.

Capítulo 3º

La liria de pájaros era el mayor pasatiempo de José, le gustaba mucho, cuando no llovía aprovechaba y salía al campo con sus pájaros. Respirar aire fresco y caminar le venía bien. Un día de liria volvió escarchado por el frió y recayó. Pulmonía fue el diagnostico, y todo lo conseguido hasta el momento no sirvió de nada.

José perdió peso hasta quedar en el hueso y el pellejo. María no se podía acostar en la cama por los ataques de fatiga de José y una mecedora sería su descanso durante mucho tiempo. Todo iba de mal en peor, Pepa pasaba mucho tiempo acompañando a su sobrina, cuando José dormía María se desahogaba hablando con ella.

- Cada vez está peor tía, ¡no ves cómo se está quedando! ¡si no parece él!

- Nena no llores, verás como mejora

- No, esta vez está peor, dice que no ve a su niña, ¡está convencido de que será niña!

- Anda, come algo nena – dijo Pepa apenada

- Dª Capilla nos trajo fruta y leche, es la única que trae algo de su familia; Con mis padres y con vosotros, no falta para comer, pero ¡el detalle se agradece!

Enero de 1945. José empeoraba por días, María en avanzado estado de gestación, se encontraba bastante cansada. José preguntaba cada día “¿Qué día es hoy?” Contestando María 24, 25,… hasta que un día le preguntó “¿Para qué quieres saber el día que es?” y con un hilo de voz le contestó

-Haber si paso la cuesta de enero -Pasaría la cuesta de enero, pero no la de febrero

5 – 2- 1945 Frío y seco febrero. Jerónima bajó a llevarles la cena, como cada noche, (sólo tenía que bajar una calle, pasaba el día yendo y viniendo) cuando vio a José supo que de esa noche no salía. Sin hacer ningún comentario, se fue en busca del médico que vivía en el Cueto de Santa María 16452557 (2)

- D. Pedro, José no sale de hoy, baje a verlo –Dijo Jerónima temblorosa

- ¿Tan mal lo ves?

- ¡Usted mismo lo ha de ver!

- Cuando cene voy Jerónima

- Yo creo que eso es mucho tardar

- Bueno mujer, ahora mismo

Cuando llegaron, María estaba sentada en la mecedora, reposaba la cabeza sobre la cama de José dando una cabezada, no advirtió la presencia del médico y su madre al llegar, cuando se dio cuenta se sobresaltó.

- ¿Qué pasa mama?

- Hija, he llamado al médico yo lo he visto mal a José

El médico le tomó el pulso y movió la cabeza negativamente. Apenas podía percibirlo. Eran las diez de la noche. María pensaba que estaba tranquilo, descansando -No llaméis a nadie, qué él no se dé cuenta -Por un instante José abrió los ojos, miró a María fijamente sin pronunciar palabra alguna, pero sus ojos la miraron con inmensa tristeza. Después cerro los ojos lentamente y cayeron dos lágrimas. Sin un adiós, sin despedirse de ella se marchó y esta vez era para siempre.

Un grito desgarrador, el dolor de María, al ver que todo había terminado estremeció a su madre y a D. Pedro. La criatura saltaba en el vientre de María, parecía desesperada por querer ver a su padre aunque sólo fuese por una vez.

Ésta siempre tendría el dolor de no conocer a su padre, confesándomelo en varias ocasiones con tristeza.

El médico dio una pastilla para tranquilizar a María y sacarla de su ataque de histeria -La criatura está sufriendo mucho, tienes que descansar hija –D. Pedro había vivido muy de cerca la enfermedad y conocía bien al joven matrimonio, él se sentía impotente ante la situación, todo había acabado por su parte, solo cuidar a la madre y a la criatura que estaba en su vientre .

1960_Calle_La_Cruz_desde_JardinesMaría se sentía sola, con dos hijos y otro a punto de nacer no sabía como podía continuar; Nada le importaba, a nadie veía ni escuchaba. La casa se llenó de gente que durante la enfermedad ni siquiera había ido por allí, decían acompañarla en el sentimiento. ¿Qué sabían ellos de su inmenso dolor? No hablaba, sólo sus lágrimas hablaban, nunca se sentiría tan sola como ese día. El cura le dijo que debía dar gracias por el tiempo que había disfrutado de su amor y de los hijos que él le había dado (fue lo único sensato que escuchó) y la hizo reflexionar ¡Dios mío, mis hijos! Pero más lloraba de pensar que no tendrían nunca el amor de su padre, y la criatura de su vientre ni siquiera lo conocería.

ST_CRI~1José fue enterrado el 6 de febrero de 1945. En el velatorio se comentó entre la familia que Pedro tras la larga enfermedad de su yerno estaba apurado económicamente, y si en algo se podía ayudar era en los gastos del entierro, nadie contestó. Pedro pidió un préstamo para pagarlo cuando cobrase la aceituna que estaba en recolección y él solo corrió con los gastos.

María jamás en su vida visitaría el cementerio.

Había que quemarlo todo para evitar algún contagio, dijo el médico, y todo cuanto tenía desapareció en el fuego, sólo quedaron los recuerdos

María dio negativo en la prueba de tuberculina que le hicieron después de enterrar a José, eso tranquilizó a sus padres. De nuevo su hija vivía en casa, pero ya no era la niña mimada que ellos conocían, era una mujer destrozada por los avatares de la vida.

1955BA~226 – 2 – 1945 Veinte días después de enterrar a su marido María dio a luz una niña preciosa, el dolor físico del parto no era nada comparado con el dolor que invadía su alma. Nada era lo mismo, el silencio era lo más insólito, nadie decía nada, la situación lo requería. El parto fue rápido y sin complicaciones. Fue niña como dijo José “Se llamara Estrella, así lo quería su padre” María desde que murió su marido estaba desorientada, todo lo decidían por ella ya que todo le era indiferente

Le hicieron también la prueba de tuberculina a Estrella y dio negativo, era una niña totalmente sana, dijo el médico.

Cuando María miraba a su niñita quedaba ausente perdida en el tiempo y en los recuerdos, recordaba momentos felices vividos con José e intentaba vivir con abrazada a ellos. Su madre le decía: “hija tú eres joven y volverás a ser feliz” ¡Qué fácil era para los demás decir eso! Además le dolía enormemente qué no entendiese nadie su desesperanza, su vida estaba hecha añicos, como podían decir que sería feliz.

Junio de 1945. María recuperaba peso y fuerzas para seguir viviendo, luchando por sus pequeños, su madre y su tía se ocupaban de la casa y de los niños, ella se acostaba muy temprano y se levantaba tarde (mientras dormía no pensaba y era más fácil vivir).

Hacía calor, Estrella lloraba, Pedrín con sólo cuatro años decía “¿Por qué llora la niña? Porque no ha visto a papá José” Las miradas se cruzaban en un ¡Qué ocurrencia! Sin contestación, él seguía con su juego. Pedrín no era tan fuerte como su hermano Juanito, se cansaba cuando corría, sus juegos eran más reposados. Comenzó a estar cada día más cansado, y empezaron unos vómitos que don Pedro no podía controlar.

- Qué no tome agua, sólo manzanilla y suero

- Pero si pide agua con desesperación

- Nada, nada, manzanilla o suero

El niño no mejoraba y seguía pidiendo agua.

- Mamita dame una poquita agua

-No hay agua hijo toma manzanilla

-Pídele a la Paulina

-Si ella tampoco tiene

- Pídele a la chacha Remedios

- Tampoco tiene

- ¡Ay ¡ -exclamó con desesperación el pequeño

Con aquel ¡ay! quedó María.

Al día siguiente, (2-6-1945) Cuatro meses después que su padre Pedrín murió. El médico dijo y lo dijo cuando ya era tarde, que había muerto de una insuficiencia coronaria, que le provocó una angina de pecho y finalmente el infarto de miocardio.

“¡Por qué no le daría yo agua con el ansia que la pedía!” Repetía sin cesar María.

- Esto lo reviviría toda su vida -

Todo el pueblo fue al entierro, comentaban lo desdichada que era la joven. 27 años ya viuda y perdiendo a su niño también.1970_Capilla_de_Animas

En una pequeña caja blanca iba su ángel, para acompañar a su padre para que no estuviese sólo, pensaba ella. Sin hablar y sin lágrimas en los ojos de tantas como había derramado toda la noche se despidió de su hijo con tan sólo cuatro años de vida.

Parecía que todo se derrumbaba ante María. Todo desaparecía y sin embargo la vida seguía sin detenerse un instante, sin importar el desconsuelo y la amargura que ella sentía. La vida seguía. Aunque para ella no había presente ni futuro.

María no tendría una vida fácil, la historia aún sin escribir continuó. Tuvo que volver a empezar. Nuevos capítulos de la novela se fueron forjando sin tinta ni papel.

1950_Parroquia_desde_tejados_Santa_Maria

Sin pretensión alguna, sólo la de escribir aquello que ella narró en tantas ocasiones con todo detalle publico este relato.

Puede que alguna vez continúe escribiendo.

Las historias se repiten una y otra vez como las vueltas de una noria y cada día tenemos que volver a empezar. Siempre volver a empezar!!!!!!

6 comentarios:

Encarna dijo...

ue historia tan triste y a la vez tan tierna ¿ por es un hecho real, verdad ?
Un abrazo

Anónimo dijo...

Ama si codices la historia es real que triste pues hasta las lagrimas sean escapado un saludoLV

Ana Ortiz Rodríguez dijo...

Tan real que yo entro en el cápitulo del año 1962, aun sin escribir.

Anónimo dijo...

Me alegra que decidieras darla a conocer,todos llevamos una historia a cuestas, aunque algunos, la concentren en una enciclopedia.
¡Animo y sigue escribiendo¡

Ana Ortiz Rodríguez dijo...

La verdad es que me costó sacar el relato pero sé que a ELLA le hubiese gustado. Creo que es como si ella misma lo hubiese escrito por tantas veces como repitió alguanas palabras.

Anónimo dijo...

que bonito niña.........la sensivilidad a flor de piel.