sábado, 9 de enero de 2010

Noches negras, temor y sombras que entumece el alma, tremenda incertidumbre ante lo que los ojos no ven. Giro en mi vida, ahora ya no soy yo porque soy ELLA. La cordura me sumerge en un aterrador sobrecogimiento. Ya no estamos al día, dicen… intentas acercarte sabiendo que nunca llegarás como no llegaron los demás padres, nunca llegarán. Ser amigos, no lo creo, el amigo aplaude la payasada, ríe los excesos, anima en lo prohibido… Así que nunca podré ser su amiga porque siempre seré su madre, porque tendré miedo, pensaré en el futuro y no entenderé todo lo que pasa en su mundo. Sabes que no les conoces fuera de casa, no adviertes lo que les preocupa realmente, y tienes mido de ser permisiva, siempre digo que me tocó interpretar uno de los peores papeles de la película, no hagas, haz aquello… sientes que no es el momento de acercarte demasiado, sólo como lo que eres realmente, su madre. El tiempo juega a mi favor, poquito a poquito nos iremos acercando ¡ya lo hacemos, verdad!
Pienso que ya no soy yo porque soy ELLA.
Recuerdo cuando ella salía a la puerta para verme marchar, como sus labios murmuraban una oración... Extraña sensación, porque en el fondo del alma quisieras seguir siendo tú, la hija, para apoyar la cabeza en su regazo y dejarte mimar y cuidar. Ahora me toca ser fuerte, nada me preocupa y todo está siempre bien, siempre esta bien… pero la echo tanto de menos.
Sé que es lo más hermoso que le puede ocurrir a una mujer, dejar de ser ella misma para ser todo lo que necesitan los demás.
Quizás todo esto sólo sea el temor de un sábado cualquiera, un desvestido.

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