Romerías siempre distintas

Cada romería es única e irrepetible.

Paseando por los recuerdos vemos como crecemos, y no solo físicamente. Cuando yo en este blog voy narrando como vivo la romería o cualquier otro acontecimiento puede que en cierta forma desnude un poco a cada bañusco, como vivimos en esta villa, o al menos esa es mi intención.

En esta romería, 9 de mayo de 1968, estaba muy contenta. Recuerdo mi primer vestido de gitana, blanco con cintas de colores, verdes, rojas, amarillas, naranjas… el fleco del descote rojo, mis pulseras de colores, los pendientes collar y los zapatos de tacón eran rojos con lunaritos blancos. Las peinetas de colores en mis rizos quedaban completamente encajadas. Al caminar andaba de manera diferente, me sentía otra, más importante. Recuerdo como mi hermana pintaba en mi cara un lunar con un lápiz de color negro, así decía que estaba muy guapa. Mi hermana María ya tenía novio, Manuel; Ese año vino a la romería con Mari su hermana.

Fuimos todos en el carro que tiraba la mula, mi padre lo tenía para subir la hortaliza a la plaza de abastos; adornado con ramas de palmera y flores. No puedo saber quien tiene la foto del carro y me encantaría tener una copia. Quiero recordar más y no puedo. Si recuerdo como abría la boca cuando mi padre bebió el vino.

Esto me anima a hacer fotos, éstas son las que guardan esos momentos vividos. Sobre todo los niños deben vivir cada etapa, luego mayores ir sabiendo que cada año, cada año es irrepetible, ni mejor ni peor, pero único.