En el tiempo de la poda, pareciera como si el árbol derramara lágrimas; el insensible podador corta las ramas sin compasión, despoja el árbol de sus brazos y desparrama su ramaje sin piedad.
Por cada una de las heridas el árbol destila la sangre de su queja o de su protesta; es como si el alma del árbol levantara el grito contra semejante atropello. Sin embargo, eso sirvió para que ese alma se contrajera, se replegara durante largos días de invierno y así no fuera alcanzada allá en la interioridad de su savia por el frío que mata.
Luego vendrá la primavera y los brotes anunciarán que el árbol no sólo no estaba muerto, sino que habrá recuperado nueva vida, nueva pujanza, nueva fecundidad en flores y frutos.
Alfonso Milagro
2 comentarios:
Ani: mucha Paz y Serenidad trasmite la foto
Muy bonita la foto y el texto
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