jueves, 29 de enero de 2009


SÁBADO NOCHE


Me llamo Ana Ortiz. Para mí, escribir en este blog es una forma estupenda de opinar, crear relatos, poesía, con la única finalidad de compartir con los demás, sentimientos y preocupaciones.
Quería escribir algo, nada venía a mi imaginación. Esto lo comenté con mi amiga María, ella me dijo: si yo pudiera expresar mis sentimientos cuando se habla en cualquier programa de televisión del índice de mortalidad en las carreteras por consumo de alcohol, tendrías el tema. María continuó diciendo: cuando están hablando yo siento que mi corazón late con más fuerza y la intranquilidad se refleja en mi rostro; mi hijo me mira y sonríe tímidamente, con voz suave me dice, madre sabes que yo no bebo. Lo sé, es cierto, jamás ha bebido, es un chico prudente cumplidor de toda norma. Sus amigos lo llaman don abstemio, los fines de semana siempre conduce él. Extrañada yo le dije: ¿Qué te inquieta? A ti no tiene que preocuparte ese tema, y ella con gesto de incredulidad y enfado me respondió: no lo entiendes, mi hijo no bebe, pero cuando sale no está seguro, las carreteras son un hervidero de coches con individuos en su interior, unos prudentes, otros no tanto, y auténticos locos circulan repletos de alcohol, basta que uno de éstos se cruce en su camino, ¡no depende de él! No siempre está en sus manos.
La comprendí enseguida, de nada servía la prudencia de uno ante la imprudencia de otros. Me miró fijamente a los ojos y me dijo: podrías contar en esos párrafos cómo se siente una madre un sábado por la noche cuando sale su hijo, yo asentí con un movimiento de cabeza. Se sentó en el sillón, cerró los ojos un instante y con voz serena María comenzó su narración.
El sábado Roberto comienza a arreglarse a las diez de la noche. Cuando sale del baño una fragancia fresca inunda toda la casa, se dirige hacia mí y me besa suavemente en la mejilla, yo sin quererlo pienso que pudiera ser su último beso y me siento morir. No me esperes levantada, vendré tarde me dice, coge las llaves y sale. Ahí comienza el calvario de todos los sábados. Me acuesto tarde ya que la noche será larga. El reloj parece detenerse, con la mirada clavada en sus manecillas creo que no lo dejo avanzar, las horas pasan lentamente, la noche parece no tener prisa jactándose de ser joven, y yo impaciente, maldigo la noche que me hiela el alma. La tímida claridad entra por mi ventana, llegó el día, ¿Me habré dormido y no lo escuché entrar? Me pregunto confusa. Me levanto sigilosa asomándome a su cuarto ¡está vacío! El potente latido de mi corazón parece no dejarme oír nada cuando él llegue. Me vuelvo a echar en la cama, no quiero que me encuentre levantada. Son las siete de la mañana y escucho detenerse un coche ¡por fin llega! es él, escucho con satisfacción el ruido de la llave al entrar en la cerradura de casa, como abre con suavidad la puerta, sus pasos descalzos para no despertarme, y por fin llega hasta su habitación y cierra la puerta apenas sin ruido. Yo siempre finjo estar dormida, respiro hondo, balbuceando una oración y doy gracias por su regreso. Intento conciliar el sueño, el desvelo se ha apoderado de mí, la noche ha sido muy larga, en el transcurso de ésta imaginé dantescas escenas, los últimos minutos fueron inaguantables, por fin me vence el sueño.
Esto se repetirá una semana tras otra, y yo seguiré pensando que mi hijo no está seguro. Estuvimos unos instantes las dos sin decir nada, el silencio fue roto por Roberto que llegaba del trabajo preguntándome por mi hija Ana, que está sacándose el carné de conducir, bien le dije está muy ilusionada. En aquel momento sentí que muy pronto yo sería también como María. Levantándome apresuradamente le dije: lo contaré exactamente como tú lo has dicho, serás la protagonista. Y así lo he hecho.
El exceso de consumo de alcohol produce el 33% de los accidentes mortales, siendo por tanto una de las lacras más importantes de la carretera. Para muchos padres es un auténtico sufrimiento la salida de sus hijos sin poder hacer otra cosa que aconsejar y esperar.

Mi mensaje sería este:
¿Piensas en ti? Piensa en mí
Cuando bebes pones en peligro a los demás.

Ana Ortiz Rodríguez

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy acertada esta reflexión, a mi cada vez me da más miedo conducir, está claro que no por mí (que intento si bebo no conducir) sino que me inunda la duda de que hagan lo mismo los demás.Creo que has metido el dedo en la llaga.
Quiero felicitarte porque tu gran actividad bloggera.