martes, 17 de noviembre de 2009

"Pedir la Puerta" y "Romper la Teja"


Costumbre que se pierde en Baños de la Encina."Romper la Teja a una chica"
Esta costumbre para quien no la conozca puede resultar curiosa. Una de nuestras tradiciones, y que quizás por lo deformada y barbara en que se había convertido ésta en los últimos tiempos hizo que desapareciera. Las fachadas quedaban de pena y la familia de la novia muy disgustada. En otro tiempo era diferente y así lo quise contar en un relato que escribí hace tiempo y que no se publicará nunca en "Ana Pepa" la historia de mi madre una historia de la que ELLA decía que se podía escribir una novela. No una novela, pero sí que narre cuanto ELLA me contó, muy pocos lo han leído, y aún queda la segunda parte por escribir.
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Aquí intenté narrar como se "pretendía" o "tiraba los tejos" a una chica en Baños y como el pueblo entero se enteraba que la chica oficialmente tenía novio.
Como siempre, repito, así me lo contaron y así lo cuento yo.
"Ana Pepa" Cinco de marzo de 1935. Ana Pepa cumplía diecisiete años. Había organizado una merienda para sus amigas, su madre preparó chocolate caliente, torrijas, y unos pestiños, toda la casa olía a canela y chocolate, el comedor parecía un gran restaurante. En la mesa una mantelería de hilo, bordada con unas amapolas en rojo y verde, un juego de tazas de porcelana, de la abuela Ana Florencia, con unas cucharillas de alpaca labrada y unas fuentes blancas de loza con los dulces invitaban a sentarse a la mesa. Todo estaba perfecto, lo mejor de la casa, fueron llegando las invitadas, muy afectuosas felicitaban a la homenajeada con besos y comentarios... Entre todas le habían comprado un regalo, cuando lo abrió quedó encantada. Una linda polvera de nácar y plata, que después usarían todas.

- ¡Es preciosa! ¡Nunca vi, nada tan bonito! -decía Ana sorprendida
- ¡La compramos entre todas! ¿de verdad te gusta?
- Pues claro. Estos polvos son del color que a mi me gustaría tener la piel y la polvera es magnífica
- A ti y a cualquiera ¡no te fastidias! -decían entre risas - Ana ponme a mí unos pocos

La tarde transcurrió entre risas y bromas, elogiaban la merienda tan exquisita que les había preparado Jerónima, ésta le regaló a su hija unos pendientes magníficos, unas rosetas de oro con un pequeño brillante en el centro y la sortija compañera, su tía Pepa le compró una medalla bellísima de la Virgen Niña, que hizo volver la cabeza a más de una cuando paseaba.

Los jóvenes paseaban por la carretera de la entrada del pueblo, era bonito pasear entre los álamos todas las amigas cogidas del brazo. Lucía que ya tenía novio, Paquito, caminaba unos metros por delante de ellas.
Los muchachos paseaban en sentido contrario, miradas y tímidas sonrisas se intercambiaban, viéndose así quien era del agrado de quien. Paquito les había dicho que Cipriano, un joven del pueblo bien parecido, tenía intención de “pretender” a Paulina. Era una manera de tantear el terreno, si ésta se ponía en un extremo cuando paseaban todas juntas, él se “arrimaría”, ya que con eso quería decir que era de su agrado y la podía acompañar.

Ana Pepa soñaba con un gran amor, como el de las novelas que había leído, con un galán apuesto, al que se podía amar con locura y frenesí. No sabía que su historia no tendría nada que envidiar a ninguna novela.

Paseaba cerca de ellas José Moreno Galán el joven más apuesto del pueblo y de la comarca ¡el más guapo del mundo! pensaba ella; Alto, fuerte, ojos negros, facciones perfectas, pelo negro, ¡con buen porte!paseaba muy cerca, parecía que le gustase alguna de las amigas “le gustará Enriqueta” decía Ana Pepa, (pensaba que era la más atractiva) Enriqueta, hermana de Lucía, nunca se casaría eso no lo imaginaban entonces.

José, se había fijado en Ana Pepa, la veía más graciosa e inteligente que a ninguna.
Un día que Ana Pepa iba sola a casa de su tía Pepa, José al pasar cerca de ella la piropeo “¡ole las morenas guapas!” Ana se puso tan roja como una amapola, y quedó un tanto desconcertada ¿si a él le gustaba Enriqueta, como la piropeaba a ella? Pasó todo el día inquieta, nerviosa, ni en sueños hubiese imaginado aquello, el corazón le latía tan deprisa y tan fuerte que temía que su madre pudiera escuchar sus latidos. Ese mismo día surgió un contratiempo y no pudo salir a pasear (le dio una fuerte jaqueca, de las que sufría tan a menudo). Al día siguiente Paulina fue muy temprano a preguntarle como se encontraba, pero ni se acordó a que iba.

-¡Nena, nos pregunto por ti José! ¡Y a Enriqueta ni la miró! -Paulina hablaba sin parar entusiasmada

-¡que le gustas tú! me lo a dicho Cipriano, que suerte hija ¡guapísimo, elegantísimo!

Ana Pepa estaba encantada de escuchar a su amiga que seguía relatando todo lo ocurrido.
Aquella misma tarde José la “pretendió”. Todas envidiaron a Ana Pepa ¡no se podía tener un novio más guapo! Pasearon tres meses, hablaban de cualquier tema, reían, y sobre todo se miraban y ¡se comían con los ojos!
Ese verano José “Pidió la Puerta” (permiso para hablarle a la novia en su casa) Pedro dio su consentimiento, y los amigos del novio le “Rompieron la Teja”. Era costumbre hacer saber a todo el pueblo que la relación era formal y consentida por los padres. Los amigos al salir el novio de la casa de la chica rompían unas tejas llenas de azulete en la fachada de la novia, poniendo la pared blanca llena de tinte azul. Al día siguiente había que limpiarla y todo el que pasaba quedaba enterado de la noticia, sólo con ver la fachada. El novio invitaba a todos los amigos en la taberna, satisfecho de tener la suerte de ser aceptado por la que sería su familia política.

- ¿Ya se ha puesto novia la nena?
- Pues ya ves Mariana, ley de vida- Contestaba la madre orgullosa
- ¡Si lo veo! El agua y el azulete llega hasta el barranco
- Cosas de muchachos, no nos vamos a enfadar
- Bueno, mi enhorabuena Ana Pepa
- Muchas gracias Mariana- constestaba Ana Pepa que no disimulaba su alegría

El amor que sentían ambos se veía con sólo mirarlos. Ana Pepa que había tenido el complejo toda su vida de ser de piel morena, ya no le daba importancia, José decía que algún día estar morena sería la moda. José siempre iba impecable a hablarle a su novia, sin una arruga en la ropa, las alpargatas blanquísimas, y el pelo perfectamente arreglado con brillantina. Alguno lo criticaba porque decía que parecía un señorito.

Mi madre siempre estuvo orgullosa de José su primer marido, un hombre guapo y con porte, repitió siempre. A mis amigas les enseñaba la foto para presumir de él. Una mujer que siempre hablo de cualquier tema sin tapujos, actualizanse en todo los tiempos.


Madre ahora sé que fuiste estupenda.


Hoy en día se suele presentar al chico y pocos o ningunos piden la aprobación de los padres para el noviazgo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

son costubres bonitas y vidas interesantes

Anónimo dijo...

Bonita historia y bonita forma de redactarla, me gusta, un bañuzco en la lejanía...

Juan R. dijo...

Hasta hoy no había leído esta historia y la verdad me trae recuerdos muy lejanos, enhorabuena buena a la redactora, me ha gustado mucho