viernes, 26 de marzo de 2010

La Semana Santa inicia el Viernes de Dolores, cuando se conmemora el inmenso dolor que sufrió la Virgen María por la muerte de su hijo Jesús.

Mary Gómez Ortega
Córdoba S.S. De 2006

LA VIRGEN ESTUVO EN MI CASA

Hace tiempo que quiero contar algo que quizá se desconoce, pero a muchos nos gusta saber las historias de nuestro pueblo y no me gustaría que ésta se perdiera por no transmitirla quienes la conocemos. Aún hay personas que vivieron ese hecho, ellas me han ayudado y puntualizado ciertos detalles. Es una historia que ocurrió en la guerra y nos la contaba mi abuela y mi madre, con mucha emoción por los recuerdos y por haber mantenido un secreto tan importante y arriesgado, los tres años que duró. Durante la noche del 26 de julio de 1936 se oyeron ruidos de golpes y estruendos en la iglesia de San Mateo y cuando amaneció, la plaza estaba llena de restos de las imágenes destrozadas y el retablo que había en ella. Se destruyeron todas las imágenes procesionales y de altar. Entre éstas se encontraba también la Virgen de los Dolores, que desde hacía dos años, cuando fue saboteada en la Ermita del Santo Cristo, se guardaba en la de abajo para evitar otro atentado.
La gente estaba conmocionada por el hecho que se había producido en un pueblo como el nuestro. Casi nadie se atrevía a salir de sus casas y lloraban, pero otras personas si fueron a ver que había ocurrido. Entre ellos estuvo un vecino de mis abuelos que era de Montizón, pero llevaba tiempo viviendo en la calle Amargura, donde mis abuelos maternos. El era “del culto” y se sentía como más ajeno a las cosas del pueblo y de la iglesia, así que se fue a la plaza para ver el panorama.

Cuando regresó traía algo, se pasó por casa de mi abuela y le dijo: “Mercedes he encontrado esto y como yo sé que tú eres de estas cosas, te lo traigo por si lo quieres”, le entregó una cara femenina, sucia y algo deteriorada. Cuando mi abuela lo vio, reconoció el rostro de la Virgen y le dio un vuelco el corazón, pero con el mayor aplomo que pudo le dijo: "¡ah! Si, es una virgen pelona" (llamaban así a unas esculturas que había bajo el altar mayor, en unos enterramientos o tumbas que existían). La cara era solamente el rostrillo y estaba sin ojos, muy sucia y algo desconchada. Ella la tomo de las manos de este hombre sin darle importancia. Al cerrar la puerta le temblaba todo el cuerpo y reunió a sus nenas para enseñarles lo que le habían traído. Todas lloraron de emoción y limpiaron el rostro con cuidado para quitarle la suciedad, entonces pudieron comprobar que efectivamente se trataba de la Virgen de los Dolores. La cara estaba completa, era solo el rostrillo, sin cabeza, le faltaban los ojos, que eran de cristal y habían desaparecido, tenía un desconchón en la nariz y estaba sin lágrimas en las mejillas. La envolvieron en una tela y la guardaron en el fondo del baúl, asegurándose todas de que era un secreto y no podían decirlo a nadie. Sólo lo supo mi abuelo Miguel que cuando regresó del campo se lo dijeron y mostraron la cara.

Por la tarde ya todo el mundo sabía que la Virgen de los Dolores también había sido destruida y aumento el desconcierto y pesar. El vecino, fue al día siguiente y le pidió a mi abuela que le devolviera lo que le había dado, pues el no quería meterse en líos y si alguien le hubiera visto tomar “eso” podía tener algún disgusto. Entonces mi abuela le dijo que lo mismo le dijo mi abuelo y ante ese peligro, se había levantado muy temprano y había ido al campo a enterrarla y como era de noche aún, no sabría decir donde la había puesto. Así tranquilizó al hombre y nunca más volvió a hablar del asunto.

Guardar el secreto fue más difícil para Enriqueta, que era una niña, muy extrovertida y charlatana, pero lo guardó como lo hicieron todos. Contaba mi madre, que de vez en cuando y asegurándose de que la puerta estaba bien cerrada con la tranca, se iban a la habitación a abrir el baúl y ver a la Virgen. La tenían guardada con una tela o un velo formándole el tocado que habitualmente usaba y después envuelta en otra tela para taparla. La cara sólo tenía un desconchón en la nariz, la falta de los ojos y de las lágrimas. Era una emoción y un regocijo el que sentían de tenerla a salvo que nadie se podía imaginar. Tiempo después compartieron ese secreto con Águeda, la hermana de mi abuela y su hija Isabelita, quienes guardaron también silencio. Un día, tiempo después, Sagrario que era amiga de mi madre, Lucia y mis tías Isabel y Enriqueta, le contó que había tenido un sueño: "la Virgen de los Dolores, se encontraba en un rincón del comedor de la tita Lorenza, lloraba compulsivamente y con las manos se cubría el rostro, ella le dijo ¿qué te pasa madre mía? Y la Virgen le respondió: "mira lo que me han hecho estos hijos malos" retirando las manos le mostró la cara y un torrente de lágrimas salían por sus ojos vacíos. Entonces, ella se emocionó y dando un grito la abrazó y le dijo: ¡Madre mía, no llores, que cuando acabe la guerra te vamos a poner unos ojos!".
Todas se impresionaron mucho con este sueño, y sonrieron mirándose cómplices, pero no dijeron nada. A ella no le hizo gracia que sonrieran, pues consideraba que era un sueño muy triste. Cuando terminó la guerra, mi madre y sus hermanas llamaron a Sagrario para que fuera urgentemente a casa de mi abuela. Ella no podía imaginar para que la llamaban con tanta prisa y, cuando le mostraron la cara lloró emocionada, le dijo: ¡Madre mía, así te vi yo en mi sueño!. Enseguida mi abuela hizo entrega del rostro de la Virgen a las que eran las Camareras y al párroco, quienes se encargaron de llevarla a reconstruir.

Esta historia nos encantaba escucharla contar a mi abuela y nos embargaba de emoción. En mi casa hemos sentido muy de cerca todo lo que a la Virgen se refiere; a mí, particularmente, la novena que se hacía donde se cantaban los siete dolores, era algo que me emocionaba cada año. Ese sentimiento siempre a toda la familia, pues todos conocíamos el hecho. Yo ahora no vivo en Baños, sino en Córdoba, y hace tiempo estudié en la Escuela de Arte la Especialidad de Restauración, y monté mi taller en casa. Cuando en 1997 me dijeron que la Virgen necesitaba una limpieza y restauración, y me la trajeron para que yo realizara ese trabajo, podéis imaginaros con que respeto, emoción y cuidado lo hice. Siempre recordaba que la Virgen estuvo en mi casa, es casi de mi familia, y tiempo después volvía a estar con la familia, para que yo la restaurase.


Mary
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Este relato está recopilado en la web de la Cofradía Virgen de los Dolores, de donde está copiado, os invito a visitar la página a aquellos que no la conozcáis http://www.cofradiavirgen.com/
Diseño y Administración Pag. Web José Manuel Pérez Valencia

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